La Vanguardia (1ª edición)

Ashima Shiraishi

ESCALADORA EN ROCA

- Nueva York. Correspons­al FRANCESC PEIRÓN PUEDE AMPLIAR LA INFORMACIÓ­N EN NUESTRA WEB www.lavanguard­ia.com

Ashima Shiraishi (Nueva York, 2001) es una adolescent­e poco común. De 1,55 metros y 40 kilos, su aspecto parece frágil. Pero los especialis­tas la califican como la escaladora en roca de más talento en el mundo.

Esta tarde se ha saltado la clase de gimnasia. Lo confiesa con cierta vergüenza.

Se cruzan apuestas: a ver si en su escuela, la Rudolf Steiner del Upper East Side de Manhattan, hay otro alumno que se pase, como ella, cuatro horas diarias (o más) metido en un gimnasio practicand­o alpinismo.

Ashima Shiraishi, todavía de 14 años (Nueva York, abril del 2001), es una adolescent­e poco común. De 1,55 metros y 40 kilos, su aspecto luce tirando a frágil. El gran engaño de las apariencia­s. Al observarla en acción, transmite ser tan dura como las rocas por las que trepa. Su cuerpo se mueve con la elasticida­d de un felino.

Dice su padre, Hisatoshi Poppo Shiraishi, de 65, que su hija acudió a los ocho años a un campeonato internacio­nal de escalada. “De constituci­ón japonesa, su físico es pequeño. La competició­n era de ocho a once años y aquí los niños están muy desarrolla­dos. Sorprendió. Sorprendió. Ganó”.

Ya lo había hecho a los siete en una prueba nacional, la primera vez que asistía a un certamen de esta modalidad deportiva. Luego ha acumulado títulos y éxitos.

“Tiene una gracia natural y es muy cerebral”, afirma Poppo.

“Me sacrifico mucho”, sostiene Ashima en una conversaci­ón en las instalacio­nes del Brooklyn Boulders, donde va a ejercitars­e en la modalidad de bulder (escalada en bloque o rutas de poca altura, sin protección).

Se levanta a las seis y media de la mañana. Va al colegio (cursa noveno). Hasta las tres. De cuatro a ocho, entrenamie­nto. Una vez en casa (barrio de Chelsea), y tras la cena, toca hacer los deberes. Se acuesta sobre la una. Duerme unas seis horas, o menos.

Viaja a menudo, dentro y fuera. Hace un par de semanas regresó de Tailandia, país en el que protagoniz­ó varias filmacione­s. Entre otros recorridos, hace un año estuvo en Santa Linya, en Lleida. En este paraje de la Noguera, invitada por Chris Sharma, uno de los míticos, dio cuenta del Open Your Mind Direct. Este es uno de los mayores retos, el más difícil logrado por una mujer.

“Mi vida no es como la de mis

A los seis años se escapó del área infantil y empezó a trepar el Rat Rock Figura en la lista del pasado año como uno de los 30 jóvenes más influyente­s

amigos, y esto me hace sentir un poco diferente, pero me gusta lo que hago, lo disfruto”, aclara.

Hoy por hoy, los especialis­tas la califican como la escaladora en roca de más talento en el mundo. Por edad –se lo impiden hasta los 18– no puede participar en las citas oficiales de adultos. Si se lo permitiera­n, podría ganarles.

Unos la llaman “la bailarina de las paredes”. Otros, “la chica araña”. Hay quien sostiene que es “la Mozart de la escalada”. Por su genialidad, la comparan al tenista Roger Federer y a Misty Copeland, la estrella de la danza.

La revista Time colocó a Ashima en el 2015 en su lista de los 30

teenagers más influyente­s. “Esta práctica es un asunto de capacidad mental”, asegura. “Físicament­e te has de preparar –añade–, pero hay otros rivales muchos más potentes que yo en ese terreno. Para mí, se trata de una cuestión de fuerza mental. Cuando estoy escalando no pienso en nada, sólo en eso, no tengo nada más en mi cabeza”.

La sesión arranca con discreción, en la intimidad de un padre y su hija. Poppo la peina, le hace la coleta, le pone fijador, hacen estiramien­tos. Siempre el mismo ritual. “Es una rutina”, remarca.

Ahora se calza las zapatillas especiales y, junto a su padre, mentor y entrenador, se postra ante la pared. La analizan como los astrólogos investigan las galaxias.

Y, entonces, empieza el espectácul­o. Esa niña se transforma en un torbellino. Asciende en vertical como si caminara. Viéndola, da la impresión de que esto es la cosas más fácil y común. Aunque va improvisan­do, todo resulta coreografi­ado. “A veces parece que la pared me habla”, bromea.

“La danza y la escalada comparten movimiento­s, a mí me hace ser más grácil”, aclara.

Ahí se aprecia la influencia de su padre. Él y su esposa, Tsuya Otake, dejaron Tokio y aterrizaro­n en Nueva York en 1978. Habían viajado por otras ciudades de Europa, pero la energía de la Gran Manzana les captó. Y, en especial, actuaba en la Washington Square y no le echaba la policía.

Su especialid­ad era el butoh, un estilo de danza avant-garde. Desde ese escenario alcanzó los teatros con su formación, Poppo and the Go-Go Boys. En internet existen pruebas de su arte y, en hemeroteca­s como la del The New York

Times, reseñas muy elogiosas. A su edad, iban a tirar la toalla tras una década intentando tener un hijo. El médico les insistió en un nuevo intento. Y vino Ashima, “la niña milagro”.

Aunque Poppo cautivaba, Tsuya ingresaba los dólares al hogar con su trabajo en una tienda. “En la danza no había dinero”, se lamenta él. Al nacer Ashima, lo dejó todo y se dedicó en exclusiva a ser su baby sitter, su niñero.

Dada la proximidad con el colegio, cada día la llevaba a Central Park, a disfrutar de los árboles. Un día se escapó de una de las zonas infantiles. Se había ido al lado, al Rat Rock, una roca en la que practican o se inician escaladore­s. “Me llamó la atención”, recuerda ella. “Me caía mucho, pero volvía otra vez y otra”.

Así arrancó esta historia. Que continúa con un sueño. Ashima espera que la escalada deportiva sea prueba olímpica en Japón 2020. Se ve como la joven de oro.

Ganó su primer título con 7 años y en el 2015 cautivó a todos en Lleida en el Open Your Mind “Pese a que hay gente más potente, para mí esto es una cuestión de fuerza mental”

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Ashima, en pleno ejercicio durante una de sus prácticas en una de las paredes del gimnasio Brooklyn Boulders, en el barrio de Gowanuns
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CHRISTOPHE­R GREGORY El padre, Poppo, y la hija, Ashima, analizan qué ruta seguir
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CHRISTOPHE­R GREGORY

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