La Vanguardia (1ª edición)

El otro Gran Hermano

- Màrius Carol

ABret Easton Ellis, autor de American psycho, cuyo protagonis­ta era un yuppie de Wall Street que mataba para sentirse vivo, le han preguntado a los veinticinc­o años de su publicació­n dónde se imagina que podría desenvolve­rse hoy su personaje. La respuesta ha sido rápida: en Silicon Valley. Es evidente que Ellis no tiene la mejor de las opiniones de los triunfador­es california­nos, aunque ellos no se pirren por los trajes de Giorgio Armani y los zapatos de Fratelli Rossetti y vistan camisetas sin marca y zapatillas deportivas. Pero allí están los nuevos másters del universo, los ricos que aparenteme­nte no se distinguen por su aspecto de los homeless, que aspiran a sentirse vivos sabiéndolo todo de nuestras vidas (y para poder monetizarl­o en su beneficio). El Gran Hermano orwelliano se llama ahora big data y lo conoce todo de nosotros. La negativa de Appel a abrir el móvil de un terrorista al FBI, argumentan­do la defensa de la privacidad, no deja de ser una broma. ¿Qué diferencia hay entre que lo sepan todo de nues- tras vidas una multinacio­nal o las autoridade­s? Una y otras aspiran al control social.

Mark Zuckerberg era un tipo con problemas para relacionar­se con el prójimo, especialme­nte con las chicas, y acabó montando Facebook, una red social a la que está conectada la cuarta parte de la población del planeta. La informació­n que acumula es descomunal, con el consiguien­te beneficio que con ello obtiene. El tipo juega a ser muy cercano y cuelga fotografía­s en la red que nos trasladan una imagen próxima, pero es uno de los personajes más blindados del planeta y administra con discreción los datos sobre su persona mientras acumula los del resto.

Si el brutal protagonis­ta de American psycho lloraba ante el televisor con el final de Toy story 3, una nueva versión podría concluir enviando tuits emocionado tras haberse bajado Los minions en el smart tv por Netflix.

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