El otro Gran Hermano
ABret Easton Ellis, autor de American psycho, cuyo protagonista era un yuppie de Wall Street que mataba para sentirse vivo, le han preguntado a los veinticinco años de su publicación dónde se imagina que podría desenvolverse hoy su personaje. La respuesta ha sido rápida: en Silicon Valley. Es evidente que Ellis no tiene la mejor de las opiniones de los triunfadores californianos, aunque ellos no se pirren por los trajes de Giorgio Armani y los zapatos de Fratelli Rossetti y vistan camisetas sin marca y zapatillas deportivas. Pero allí están los nuevos másters del universo, los ricos que aparentemente no se distinguen por su aspecto de los homeless, que aspiran a sentirse vivos sabiéndolo todo de nuestras vidas (y para poder monetizarlo en su beneficio). El Gran Hermano orwelliano se llama ahora big data y lo conoce todo de nosotros. La negativa de Appel a abrir el móvil de un terrorista al FBI, argumentando la defensa de la privacidad, no deja de ser una broma. ¿Qué diferencia hay entre que lo sepan todo de nues- tras vidas una multinacional o las autoridades? Una y otras aspiran al control social.
Mark Zuckerberg era un tipo con problemas para relacionarse con el prójimo, especialmente con las chicas, y acabó montando Facebook, una red social a la que está conectada la cuarta parte de la población del planeta. La información que acumula es descomunal, con el consiguiente beneficio que con ello obtiene. El tipo juega a ser muy cercano y cuelga fotografías en la red que nos trasladan una imagen próxima, pero es uno de los personajes más blindados del planeta y administra con discreción los datos sobre su persona mientras acumula los del resto.
Si el brutal protagonista de American psycho lloraba ante el televisor con el final de Toy story 3, una nueva versión podría concluir enviando tuits emocionado tras haberse bajado Los minions en el smart tv por Netflix.