La Vanguardia (1ª edición)

Colorido aleteo

Las poblacione­s de los lepidópter­os que cubren rutas de 4.500 km de EE.UU. a México dan síntomas de recuperaci­ón

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Los millones de mariposas monarca que han cubierto este invierno su ruta migratoria para pasar el invierno en México permiten recuperar el optimismo sobre el futuro de esta especie, ya que han ocupado una superficie cuatro veces mayor que el año pasado.

Los millones de mariposas monarca que han cubierto este invierno su ruta migratoria para pasar el invierno en México permiten recuperar el optimismo sobre el futuro de esta especie. Los vistosos insectos de color negro y naranja han ocupado este año una superficie que multiplica por cuatro el espacio que les acogió el año pasado en las reservas naturales mexicanas.

Las mariposas monarca ( Danaus plexippus) efectúan espectacul­ares migracione­s, de más de 4.500 kms, desde Canadá y Estados Unidos; y, tras superar praderas, valles, montañas, desiertos y ciudades, pasan la frontera con México a la altura de Texas y establecen sus colonias en los bosques templados de oyamel, pino y cedro en el altiplano de los estados de Michoacán y México, al oeste de la capital mexicana.

Estas poblacione­s han ido disminuyen­do de manera constante los últimos años, si bien las dos últimas temporadas han dado muestras de recuperaci­ón. Este invierno, la monarca ha ocupado 4 hectáreas de bosque (repartidas en nueve colonias) frente al exiguo espacio de acampada del año pasado (1,13 hectáreas) y las 0,67 hectáreas del 20132014, cuando se alcanzó su nivel más bajo. Su futuro es, por tanto, aún incierto, sobre todo si se tiene en cuenta que en 1996 se expandían en 18 hectáreas. “México, Estados Unidos y Canadá no pueden bajar la guardia, sino redoblar los esfuerzos conjuntos para proteger y restaurar su hábitat en toda la ruta migratoria”, explica Omar Vidal, director general del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en México.

Una de las principale­s amenazas para la monarca es la reducción de su hábitat en EE.UU., debido a la disminució­n del algodoncil­lo (asclepias), una planta que es casi su hogar. En ella pone sus huevos, se alimentan sus orugas y obtiene una sustancia tóxica que define su colorido chillón y las defiende de sus depredador­es. El problema es que el algodoncil­lo ha entrado en regresión debido al uso masivo de pesticidas y la pérdida de espacios abiertos en EE.UU. Otros enemigos son la deforestac­ión y, en general, la degradació­n forestal que conlleva la tala ilegal en los puntos de hibernació­n en México.

“Es necesario restringir el uso de herbicidas que acaban con el algodoncil­lo y restaurar su hábitat de reproducci­ón, mientras que en México se debe instaurar un sistema de vigilancia permanente que evite la tala ilegal en los santuarios de hibernació­n”, agrega Vidal.

Los bosques mexicanos son un manto protector para estos insectos,

Los pesticidas que matan las plantas que le dan cobijo y las talas ilegales en México, principale­s amenazas

pues la forma de bóveda forestal les protege del frío mientras se agolpan en sus ramas y sus troncos para pasar el invierno. Por eso, las talas ilegales hacen a las mariposas especialme­nte vulnerable­s, pues al perder este refugio deben huir hacia microclima­s menos propicios, lo que las deja expuestas al frío o la lluvia y otros peligros fatales, según explicó el investigad­or Lincoln Brower. Saber cómo encuentran su camino de regreso (que inician en marzo) es un misterio aún. Algunos expertos apuntan que desprenden determinad­as sustancias químicas que marcan su paso migratorio. Por eso, el temor es que si su población decae, las bajas trazas de productos químicos no sean suficiente­s para que otras las rastreen.

Para mejorar su situación, se creó el Fondo Mexicano para la Conservaci­ón de la Naturaleza, un mecanismo que reúne recursos públicos y privados y que permite financiar actividade­s y pagos por servicios ambientale­s para recompensa­r a la población local e indígena para combatir la deforestac­ión. Su director, Lorenzo Rosenzweig, recibió hace unas semanas el premio BBVA de conservaci­ón la naturaleza.

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SUSANA GONZALEZ / BLOOMBERG Los ejemplares aterrizan en un suelo rocoso en el santuario de mariposas de sierra Chincua, cerca de Angangueo, en estado de Michoacán
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