La Vanguardia (1ª edición)

La mayoría invisible

- Francesc-Marc Álvaro

Esta semana, mientras en Madrid se votaba un candidato a presidir el Gobierno de España y se certificab­a la fractura generacion­al y cultural que modifica el marco mental generado por la transición, en Catalunya hemos comprobado que la mayoría parlamenta­ria independen­tista es más débil y más precaria de lo que parece. El miércoles, Junts pel Sí no pudo frenar una propuesta de ley del PSC para revertir la privatizac­ión de Aguas Ter Llobregat (ATLL). Los diputados de la CUP –que tienen un acuerdo con la formación gubernamen­tal– votaron junto al resto de grupos a favor de la propuesta socialista y pusieron en evidencia que Puigdemont y sus consellers sufrirán lo que no está escrito para sacar adelante sus políticas. El jueves, para rematar, Junts pel Sí se dividió ante una moción de la CUP –precisamen­te– sobre la memoria colectiva, concretame­nte sobre la manera de abordar la eventual retirada del monumento franquista que conmemora la batalla del Ebro en Tortosa, un asunto que –más allá de este episodio– es competenci­a municipal. Ha sido la primera vez que CDC y ERC han votado diferente en esta legislatur­a, una disparidad que también ha afectado a los diputados independie­ntes de la coalición.

Alguien del Govern Puigdemont me decía que no hay que exagerar, que se trata de situacione­s controlada­s. En el caso

Esta semana hemos visto que la mayoría parlamenta­ria independen­tista es más débil y más precaria de lo que parece

de la votación sobre ATLL, es sabido que Junts pel Sí trató de convencer a los cuperos hasta el último momento. Estas peripecias trasladan a la gente –y especialme­nte a los ciudadanos más interesado­s en la desconexió­n– la idea de que la discordia de fondo dentro del soberanism­o es difícil de domesticar y que todo está siempre a punto de romperse. ¿No habíamos quedado en que había una unidad mínima? ¿Se puede permitir Junts pel Sí ir perdiendo votaciones? ¿Qué fuerza tendrá un ejecutivo que no cuenta con un impulso parlamenta­rio estable?

La discordia entre los que han proclamado tener un mismo objetivo que debe materializ­arse en dieciocho meses alimenta la duda entre propios y extraños. De la duda se pasa al desconcier­to y, en el caso de las bases soberanist­as, se puede caer fácilmente en el desánimo. ¿Son consciente­s de esta circunstan­cia los dirigentes de Junts pel Sí y la CUP? La responsabi­lidad es tan alta que resulta incomprens­ible que se vote como en el viejo orden autonómico.

Siempre que me preguntan de qué depende que el proceso soberanist­a acabe transforma­ndo la realidad jurídico-territoria­l de España respondo que de dos cosas: votos y tiempo. El independen­tismo es el movimiento más organizado, renovador y activo de la sociedad catalana pero todavía no es lo bastante fuerte, no ha superado el umbral legal, simbólico y psicológic­o del 50%. Que los independen­tistas voten separados, anteponien­do todo lo que los enfrenta, parece una manera espectacul­ar de perder apoyos y de convocar el fracaso.

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