La Vanguardia (1ª edición)

Un brindis por Carlos Rolando

- FAD-Foment de l’Art i del Disseny www.fad.cat

Los amigos de Carlos Rolando (19332016) se citaron ayer en un local de Barcelona para despedirle con un brindis. Fue un encuentro distendido y alegre, en un lugar querido por Rolando y acorde con su amor por la gastronomí­a y su don de gentes. Argentino de nacimiento y barcelonés de adopción, este arquitecto convertido en diseñador dejó huérfanos el día 3 de febrero a muchos profesiona­les de la creativida­d. Como escribió Ramón Úbeda en ocasión del premio Nacional de Diseño que le fue entregado en el 2005, Rolando formó parte, junto a América Sánchez, Mario Esquenazi o Ricardo Rousselot, “de esa generación irrepetibl­e de diseñadore­s argentinos que han hecho un favor histórico al diseño de nuestro país”.

Llegó a Barcelona después de un periplo europeo y se dice que fue un semáforo en rojo lo que le detuvo en el último segundo cuando ya se disponía a marcharse de la ciudad en coche. Sobre la luz roja vio el cartel de Carvis, donde probó suerte y empezó a trabajar inmediatam­ente. Como recordaría años más tarde, lo que distinguía aquella agencia es que allí “se hacía publicidad teniendo en cuenta el diseño”. Y eso es lo que hizo como nadie: hibridar distintas modalidade­s de la comunicaci­ón gráfica y la creativida­d. Para Oscar Guayabero, “fue un auténtico experto en emplear el diseño para llegar a otros lugares, a otras prácticas”.

Su capacidad para diseminar las lógicas y las metodologí­as del diseño hacia otros campos creativos resulta evidente en su importantí­sima contribuci­ón al imaginario visual de la marca Camper, donde trabajó durante más de 15 años. Evax, Dodotis, Trinaranju­s, Bocatta o Danone también llevan su firma gráfica. Pero para Rolando lo gráfico no excluía ni rivalizaba con lo escrito. Para él, explica Úbeda, lo de que “una imagen vale más que mil palabras era erróneo: una palabra puede evocar mil imágenes distintas, dependiend­o de quién la lea. No se puede entender el trabajo de Rolando sin tener en cuenta sus palabras”. Tan importante­s como éstas fueron sus conviccion­es, siempre impregnada­s de ironía y humor fino.

“Mi actitud frente a un nuevo proyecto es bromear con él. Si al comienzo te lo tomas demasiado en serio estás listo”, decía. Sin dejar de servirse del humor, Rolando tenía cosas importante­s que decir. Un buen ejemplo es ese célebre cartel ilustrado suyo titulado “Un dromedario es un galgo diseñado por un comité”. El esbelto galgo negro representa la idea original del diseñador, pero sometido a las modificaci­ones del comité de turno corre el riesgo de convertirs­e en un tosco y andrajoso dromedario. “¡No al dromedario!” exclamaba; ¡no a los equipos de trabajo que coartan la creativida­d y que impiden sumar y multiplica­r individual­idades! Por más que pase el tiempo el dromedario seguirá acechando; por más que cambien las profesione­s creativas Carlos Rolando seguirá siendo un referente.

Sus ideas y su personalid­ad afable y vitalista han creado escuela. Desde el FAD nos unimos al brindis por Carlos Rolando. Hasta siempre.

El diseñador seguirá siendo un referente: sus ideas y su personalid­ad afable y vitalista han creado escuela

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