La moda se dicta en París
Galliano vuelve a entusiasmar al conseguir fusionar su genialidad con el legado de Margiela
Sigue sin salir a saludar al final de sus desfiles. Permanece en la sombra de la prudencia, pero John Galliano ha reencontrado su auténtico estilo. Y, desde su desfile de ayer en la semana de la moda de París, en que presentó sus propuestas para otoño-invierno 2016-2017 para Martin Margiela, vuelve a gustar como antes. Con rotundidad. Porque por fin ha logrado fusionar su excentricidad con el legado conceptual de Margiela y su noble patronaje. El que fue pirata, Napoleón, torero y emperador… en sus desfiles para Dior (la firma que lo despidió fulminantemente en el 2011 por el triste episodio de sus insultos antisemitas), ha vuelto a seducir al mundo de la moda.
Lo ha hecho combinando lanas gruesas con materiales transparentes y sutiles. Con complementos como bufandas que terminan por ser manguitos, la inspiración de Matisse en los colgantes o los cinturones extragrandes que resplandecieron en el interior del Grand Palais de París donde también hubo lugar para toques iridiscentes y las transparencias que no caen en la vulgaridad. Aunque esta vez el discurso de Galliano cambió (y no sólo porque no fueron modelos masculinos los que presentaron su colección que al fin y al cabo es superfemenina) y va a resultar difícil saber exactamente cuáles son sus intenciones. Ahora no saluda, pero tampoco habla. Y todo lo expresa a través de comunicados escuetos y crípticos. “El vocabulario del glamur subvertido a través de un collage de auténticos clásicos” o “el orden de tradicional es perturbado por la emoción y el efecto de la imperfección humana”, eran algunas de las frases que intentaban ¿aclarar? las ideas por las que
Loewe, Nina Ricci y Dior triunfan en una pasarela en que el debut de Gvasalia para Balenciaga no convence
se rige ahora el genio recuperado.
Un día antes, en la noche del sábado, Guillaume Henry también aprovechaba la fuerza de París para consagrarse con su tercera colección para Nina Ricci. ¿Qué se siente cuando uno está realmente enamorado? De ahí partía el director creativo de la firma para sorprender con una colección sencillamente brillante, ideal para la parisina perfecta. Chaquetas y abrigos extralargos, combinados con camisas, vestidos y faldas lápiz y siempre en los tejidos más exquisitos dibujaron a una mujer enamorada que va de negro, lavanda o verde intenso, pero también se atreve con los destellos del rojo más intenso. Que es capaz de mezclas atrevidas pero elegantes que “incluyen siluetas masculinas, el diálogo entre lo deportivo y lo chic, la pasión y la fuerza... en una afirmación de ese sentimiento de que el amor todo lo puede”.
La tercera firma que se permitía esta semana en París demostrar que los cambios le sientan bien fue Dior. La Maison echó mano de la instagirl Kendall Jenner para acallar de una vez por todas la ausencia de Raf Simons y viralizar de paso en la red el trabajo de su nuevo dúo creativo, el que firman los suizos Serge Ruffieux y Lucie Meier. Quedó claro que los escotes y los cuellos son sus nuevos sellos distintivos en una semana de la moda que tuvo más triunfadores. Es el caso de Dries Van Notten ( y su impecable colección inspirada en la marquesa Luisa Casati, la musa y mecenas de artistas del siglo pasado que vivió al límite hasta morir en la ruina total) y el de Loewe, con su insistencia en las cinturas, las figuras geométricas y la vuelta del corsé, además de la instauración de nuevos iconos como los colgantes en forma de gato con que sorprendió J.W. Anderson. ¿La duda por resolver? Si Gvasalia encaja o no en Balenciaga. El estilo urbano y las siluetas oversize protagonizaron un debut que, de tan inesperado, no llegó a convencer.