El adiós de Harnoncourt marca el final de una era
El director de orquesta austriaco fallece a los 86 años
Acaba de fallecer anteanoche en Viena el gran director austriaco Nikolaus Harnoncourt, después de una larga enfermedad. Había nacido en Berlín en 1929. Su súbito alejamiento de los escenarios puso en alerta y sembró inquietud entre melómanos y medios informativos y periodísticos; en una vigilia que ayer lamentablemente llegó a su fin al anunciar su esposa, Alice Hoffelner, y los dos hijos de ambos el fallecimiento del gran maestro.
En su estilo personal, el maestro Harnoncourt hizo saber en breve carta de diciembre del 2015 dirigida a su “querido público” del Musikverein de Viena (manuscrita en un programa de mano un día antes de su 86 cumpleaños) su decisión de cancelar las actividades debido a su enfermedad.
Harnoncourt era un músico singular, tanto en el aspecto humano como en el técnico, y su trabajo en el podio, si bien no era magnificente en la gestualidad, sí era profundamente comprometido y exigía una gran energía. La enfermedad en los últimos años le obligó a limitarse a trabajar con su Concentus Musicus Wien, pero al fin no soportaba el esfuerzo de estar hora y media en concierto.
El director general del Musik- verein ha señalado que con su fallecimiento llega al fin una era. Muchas personalidades de las principales orquestas y festivales del mundo continúan expresando sus condolencias ante una pérdida tan sensible. Porque, en efecto, Harnoncourt –al igual quizá que Abbado– ha marcado indudablemente una época que se sitúa entre los grandes mitos como Karajan y otras glorias de los sesenta, y nuestros días, herederos en la interpretación de los grandes cambios que él propició.
Quien en sólo unos pocos minutos desee apreciar el arte de Harnoncourt puede escuchar el fraseo del comienzo de la primera sinfonía de Beethoven que grabó en la Stefaniensaal de Graz en verano de 1990 con la Chamber Or- chestra of Europe como parte de una integral que editó primero Teldec y ya en el 2003 la Warner.
Graz fue precisamente la ciudad que albergó los primeros tiempos del pequeño Nikolaus, que heredó de sus padres una tradición aristocrática centroeuropea. Conocido como Nikolaus, Johann Nicolaus, conde de la Fontaine y d’Harnoncourt-Unverzagt, fue un maestro de la dirección que además ejercitó en su delicado e intenso fraseo una forma de ser de gran altura humana.
Su familia ostentó además de su pasado aristocrático un talante liberal, y el joven Nikolaus se instaló en la casa familiar de Graz, donde pasó por el mal trago de las Juventudes Hitlerianas en tiempos de la guerra. Al acabar la contienda, en 1945 se instaló en las cercanías de Salzburgo, donde comenzó sus estudios de violonchelo con Paul Grummer, lo que fue en principio su verdadera vocación. Poco después Karajan le eligió entre 40 aspirantes para tocar en la Sinfónica de Viena, y allí establecieron una buena relación aunque más adelante Karajan llegó a vetarle en centros importantes.
Durante sus muchos años de violonchelista (1952-1969) trabajó –y aprendió, lo bueno y lo malo– con directores memorables: Carl Schuricht, Erich Kleiber, Karajan, Eugene Ormandy y Georg Szell. El maltrato –entre otras circunstancias– que recibían los músicos por el carácter férreo de muchos directores le llevó a buscar otros horizontes. Con su esposa Alice, violinista, se habían interesado por la sonoridad de instrumentos antiguos y fundaron en 1957 el Concentus. Su actividad en el podio comenzó a crecer, en proyectos individuales y conjuntos, como el que desarrolló junto a su amigo Gustav Leonhardt con las cantatas de Bach. El trabajo de Harnoncourt con las sinfonías de Beethoven le llevó a la admiración y a una relación cotidiana con la Filarmónica de Berlín y el Concertgebow. A partir de entonces las partituras de los grandes clásicos comenzaron a sonar –con instrumentos y técnicas historicistas– con un color más cercano a su verdadera identidad. Pero también su trabajo con las grandes orquestas de instrumentos actuales fue singular. Le recuerdo, amable, sensible, dirigiéndose con respeto a los músicos de la Filarmónica de Berlín durante un ensayo, un dechado de claridad y de esplendor.
Su familia ostentó además de su pasado aristocrático un talante liberal Se interesó por los instrumentos antiguos y fundó el Concentus Musicus Wien en 1957