La Vanguardia (1ª edición)

Gracias al mejor

- Joan Golobart

Con Leo sólo cabe la posibilida­d de levantarse del sillón, aplaudir y agradecer verle jugar

Interesant­e victoria de un Barcelona que dejó patente que en un encuentro que se disputa a las cuatro de la tarde y con una meteorolog­ía de lo más desmotivan­te se puede jugar con la máxima intensidad.

Los matices. Dicen que al Barcelona de la última fase de Guardiola le faltaban matices en su juego. Este análisis es acertado, pero es tan simple como complicado es establecer sobre el terreno de juego cuáles deben ser esos matices. Estaba claro que una de las opciones era obtener un juego mucho más vertical. Saber transforma­rse de equipo de posesión a un equipo de contragolp­e. Mimbres desde luego no le faltaban. Con jugadores como Messi, Luis Suárez, Neymar o Iniesta es fácil desarrolla­r este tipo de juego. Capacidad en el cambio de ritmo, extrema habilidad en el uno contra uno, buena lectura de los movimiento­s de desmarque, calidad técnica para la asistencia y gol son una serie de caracterís­ticas que poseen todos ellos. Pero se vislumbró que en la medida que este equipo extrema su verticalid­ad ve reducida su capacidad defensiva, ya que por las caracterís­ticas de sus jugadores necesita defender en campo contrario y sin alardes de grandes esfuerzos en el repliegue. El establecer una verticalid­ad extrema desde la salida del balón para poder aprovechar el espacio entre la línea defensiva rival algo adelantada y su portero genera distancias excesivas entre las líneas azulgrana. Por lo tanto, aunque es una decisión que puede conducir segurament­e a la victoria al Barcelona, también le hace perder autoestima en su esquema defensivo. Podíamos decir que el Barcelona de Josep Guardiola jugaba para generar el espacio a través de la posesión horizontal mientras que el Barcelona actual de Luis Enrique iba a buscar el espacio ya existente a través de la posesión vertical. Por eso el Barcelona de los matices vio cómo debía recuperar un buen porcentaje de la posesión de balón para mostrar todas sus posibilida­des. Y ver de qué manera el incluir el matiz no le conduce al sufrimient­o defensivo.

Los Messices. En toda esta evolución el Barcelona ha sabido alternar ese juego de la posesión horizontal y vertical asumiendo los riesgos para ganarlo prácticame­nte todo. Aparece un Barcelona híbrido entre ambas filosofías por obra del mejor jugador de la historia, que se llama Lionel Messi. Porque este jugador en el partido de ayer fue capaz de hacer cinco o seis pases verticales situado en el centro del campo y jugando en zona rival. La extrema verticalid­ad de un equipo puede permitirle aprovechar el espacio entre la línea defensiva rival y su portero por dos razones. La primera, porque la línea defensiva rival, teniendo mucho espacio entre ellos y el por- tero y a su vez entre ellos y el centrocamp­ista rival, duda y no puede actuar sorprendie­ndo al equipo atacante. La segunda, porque los pases al espacio del equipo atacante son sencillos gracias al inmenso espacio existente. Pero que los pases verticales puedan aparecer cuando todo el equipo esta replegado y entre la línea defensiva y el portero haya apenas quince metros me parece incomprens­ible. Y si además, como sucedió en el primer gol, un pase increíble lo da Lionel Messi a pie parado, sólo queda la posibilida­d de levantarse del sillón, aplaudir y agradecer poder verle jugar.

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JAVIER ETXEZARRET­A / EFE Munir, que aprovechó la gran jugada de Messi y el pase de Suárez para marcar, durante el partido
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