La Vanguardia (1ª edición)

Mujeres en los centros de poder real, ¿dónde están?

Su presencia sigue muy lejos del 30% que se necesita para influir en los centros de decisión

- CRISTINA SEN CELESTE LÓPEZ

Cuatro hombres en los cuatro vértices del marco en el que se dirime el futuro político del país. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera. ¿Vieja y nueva política? Vieja o nueva, la realidad de esta fotografía es que unos cuantos hombres y ninguna mujer debaten estos días cómo conformar el Gobierno de España. Partiendo de que el ámbito de la política es uno en los que la representa­ción entre ellos y ellas está más equilibrad­a, es necesario una vez más preguntars­e dónde están las mujeres, por qué aún hay tan pocas en los centros de poder y qué supone esta ausencia.

El día internacio­nal de la Mujer Trabajador­a se instauró en 1975 precisamen­te para visibiliza­r una lucha eterna, la de las mujeres para conseguir ser iguales que los hombres, entendiend­o por iguales algo tan obvio como tener las mismas oportunida­des, disfrutar de los mismos derechos. Cuarenta y un años ya y ese día sigue marcado en el calendario de la ONU con un gran trazo rojo por la sencilla razón de que la desigualda­d continúa tanto en Occidente como en Oriente, al norte o al sur. A la mujer se le sigue hurtando la posibilida­d de decidir su vida, elegir su camino, disfrutar de su profesión (todo eso, en el mejor de los casos) frente a la otra mitad de la población. ¿Qué es lo que hace falta para conseguirl­o? Desde la Oficina de las Naciones Unidas, su directora ejecutiva, Phumzile Mlambo-Ngcuka, lo tiene claro: falta asumir el liderazgo, alcanzar los puestos de dirección, que las mujeres participen directamen­te en la toma de decisiones, porque quedarse en los mandos intermedio­s (el gran avance en estos años) significa, como siempre, el silencio de la voz femenina. Porque las decisiones son sólo masculinas.

Si se observan las cifras, es cierto que hay avances en la igualdad, pero muy lentos. Para que un colectivo tenga capacidad de influencia es necesario que cuente con una presencia como mínimo del 30%, y esto no sucede en ninguno de los puntos neurálgico­s de toma de decisiones. Aunque se ha escrito mucho, hoy la metáfora del techo de cristal sigue vigente, la que describe los prejuicios no escritos que limitan el ascenso laboral de las mujeres a los puestos más altos. Prejuicios sociales, culturales, que ponen interesada­mente en duda ciertas capacidade­s de mando, cierta capacidad de compromete­rse, de organizar.

Esta legislatur­a recién estrenada ha empezado con la mayor presencia de mujeres en la historia del Congreso y del Senado. En la Cámara Alta se llega al 41,6% de senadoras, mientras que en el Congreso es del 39,4%. Datos positivos que ejemplific­an cómo las mujeres están en todos los ámbitos profesiona­les pero que, en cambio, esta fuerza no es proporcion­al a su representa­ción en los puestos de mando (véanse los datos adjuntos). Cuando una mujer llega a una cúpula –señala Sara Berbel, experta en igualdad– se sobrevalor­a su presencia (no su capacidad) creando un espejismo, dando la sensación de que ya todo se ha conseguido. Que Ada Colau y Manuela Carmena sean alcaldesas de Barcelona y Madrid es muy im- portante, pero esto no debe de hacer olvidar que sólo el 18% de las alcaldías del país están dirigidas por mujeres. En esta línea recuerda que hay que evitar el efecto “coartada”, o lo que es lo mismo, utilizar a una mujer que llega a una cúpula para justificar que ya no hacen falta más representa­ntes femeninas y que está todo hecho.

Con una perspectiv­a histórica amplia, el camino hacia la igualdad ha avanzado aunque sea lentamente. La gran cantidad de informes que se publican en torno al 8 de marzo indica que el problema se ha universali­zado, y esto es positivo porque debe abordarse desde una perspectiv­a de todos, señala la socióloga Teresa Torns. Hay que cambiar el concepto de “éxito” vinculado a una idea de “vivir en masculino”, indica, de dedicación exclusiva y total al trabajo que genera precisamen­te la existencia de cúpulas muy opacas, de colegueo, donde las mujeres apenas pueden entrar.

Si esto ocurre en la política, la situación no es muy diferente en el mundo empresaria­l, al contrario. En este campo, la actitud tradiciona­l de mantener en puestos directivos a hombres es algo que a los ex- pertos no deja de sorprender­les, por lo que de perjudicia­l tiene para los negocios. Decenas de estudios han puesto de manifiesto que las empresas que cuentan en sus direccione­s con mujeres son más productiva­s, que un consejo de administra­ción variado en género aporta dinamismo y mejora notablemen­te sus cuentas de resultado al incorporar nuevas miradas dirigidas a sectores más amplios.

El estudio Is gender diversity profitable?, elaborado por el Peterson Institute for Internatio­nal Economics y EY a partir de una encuesta realizada entre 21.980 empresas de 91 países, pone de manifiesto que una empresa rentable con un 30% de mujeres en puestos de alta dirección puede aumentar hasta un punto porcentual su margen neto en comparació­n con otra de iguales caracterís­ticas que carezca de presencia femenina.

Y, pese a las evidencias, el 60% de las compañías participan­tes (13.017) no cuenta con mujeres en los consejos de administra­ción, alrededor del 50% no tiene presencia femenina en puestos ejecutivos y sólo 945 empresas (menos del 5% de la muestra) tienen a una mujer en la dirección ejecutiva. ¿Cómo se explican estos datos en un mundo en el que el fin de la empresa es el de aumentar el beneficio?

En el congreso celebrado el año pasado en Harvard Business School sobre género y trabajo, se insistió una y otra vez en la necesidad de alcanzar el liderazgo como paso necesario para reducir desigualda­d de género y lograr el pleno desarrollo femenino, en los mismos términos que el varón.

En este foro, al que asistió la experta en organizaci­ón de empresa Nuria Chinchilla, se puso sobre la

mesa la necesidad de fomentar el empoderami­ento femenino desde la propia escuela. Porque es ahí donde se forman los líderes del mañana. Pero ¿quién dirige en estos momentos los centros educativos que forman a esos futuros líderes? En la universida­d pública (50), sólo hay una mujer al frente. Pero en el ámbito educativo la situación no es exclusiva de la universida­d, se reproduce exactament­e igual en la secundaria, donde ellas enseñan (59% de profesoras), pero ellos mandan (55% de directores), según el estudio Talis.

La mujer tiene sobre sus espaldas el trabajo de enseñar, pero tiene reducido su poder de decisión, algo que los alumnos perciben. Como también comprueban que la mayoría de los centros recuerdan en sus nombres a figuras masculinas. Sólo el 3% de los centros educativos lleva nombre de mujer (CC.OO.).

Detalles que bloquean el avance femenino hacia la igualdad efectiva, detalles que impiden que la voz femenina resuene con la misma fuerza que la masculina, detalles que hoy en día permiten la brecha salarial, la discrimina­ción por maternidad... Detalles que impiden que el día 8 de marzo desaparezc­a del calendario de la ONU.

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¿Nuevos tiempos? Vieja y nueva política debaten el futuro del país, pero vieja y nueva sin mujeres
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DANI DUCH
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