La Vanguardia (1ª edición)

Toni Gabaldón

BIÓLOGO

- JOSEP CORBELLA Barcelona

La revista científica Nature ha dedicado la portada de su último número a una investigac­ión sobre el origen de nuestras células dirigida por Toni Gabaldón, investigad­or Icrea en el Centre de Regulació Genòmica.

Es uno de los episodios más importante­s y más desconocid­os de la historia de la vida en la Tierra. Hace unos 2.000 millones de años, en algún lugar del océano, apareció un nuevo tipo de célula. Era una criatura formidable, más compleja que cualquier ser vivo que hubiera existido antes. El mundo nunca había visto nada igual. Era capaz de auténticas proezas biológicas.

Iba a ser capaz, por ejemplo, de unirse a otras células y formar organismos pluricelul­ares. Todos los seres pluricelul­ares que vivimos hoy en la Tierra, desde la pulga más pequeña hasta la ballena más grande, pasando por árboles, algas, hongos y por supuesto los 7.300 millones de seres humanos, somos descendien­tes de aquel ser vivo microscópi­co y extraordin­ario que vivió hace unos 2.000 millones de años. La primera célula eucariota.

Investigad­ores del Centre de Regulació Genòmica (CRG) han aclarado ahora cómo se originaron las células eucariotas en una investigac­ión que ha merecido la portada del último número de la revista Nature. “Es un tema que me apasiona”, confiesa Toni Gabaldón, investigad­or Icrea en el CRG y director del trabajo. “El origen de los eucariotas es el episodio más importante en la historia de la vida después del origen de la propia vida”. A diferencia de las bacterias y las arqueas que vivían antes, las células eucariotas tienen un núcleo que contiene su ADN. Además, tienen una compleja maquinaria interna con mitocondri­as (que producen energía), ribosomas (que fabrican proteínas) o lisosomas (que gestionan residuos), entre otras estructura­s especializ­adas.

Según una teoría ampliament­e aceptada, el linaje de los eucariotas se originó a partir del momento en que una arquea engulló una bacteria. Y esta bacteria, en lugar de ser digerida por la arquea, sobrevivió en su interior y se convirtió en mitocondri­a. La bacteria proporcion­ó energía a la arquea, la arquea pro- porcionó nutrientes a la bacteria y ambas sobrevivie­ron juntas en feliz matrimonio a través de las eras geológicas y hasta hoy. Según esta teoría, la célula eucariota pudo adquirir todas sus complejas estructura­s internas a partir de la adquisició­n precoz de las mitocondri­as.

La investigac­ión de Gabaldón, realizada junto a Alexandros Pittis, obliga a cambiar este guión por una teoría alternativ­a. “Las células eucariotas ya habían empezado a evoluciona­r cuando llegaron las mitocondri­as; fueron una adquisició­n tardía”, sostiene Gabaldón.

El trabajo se ha basado en comparar los genomas de cientos de especies que incluyen los distintos dominios de seres vivos: arqueas, bacterias y organismos eucariotas. En estos genomas se han analizado un millar de genes de los que dependen proteínas básicas para el funcionami­ento de las células. Al comparar las similitude­s y las diferencia­s en estos genes entre distintas especies, se ha podido reconstrui­r la historia de su evolución.

Investigac­iones anteriores habían revelado que los genes del ADN de las mitocondri­as descienden de una clase de bacterias llamadas alphaprote­obacterias. Los nuevos resultados presentado­s en Nature confirman esta observació­n, pero añaden que hay otros genes en las células eucariotas que proceden de bacterias distintas.

Además –y este es el resultado principal de la investigac­ión-, las diferencia­s entre estos genes y sus bacterias ancestrale­s son mayores que entre los genes de las mitocondri­as y los de las alphaprote­obacterias. Si las diferencia­s son mayores, significa que el parentesco entre ellos es más lejano, del mismo modo que los primos suelen ser menos parecidos entre ellos que los hermanos. Por lo tanto, significa que la adquisició­n de las alphaprote­obacterias para formar las mitocondri­as fue posterior a la de genes de otras bacterias que llegaron antes a la célula eucariota.

Las mitocondri­as “fueron uno de los últimos pasos en el origen de los eucariotas y les proporcion­ó una ventaja sobre formas menos complejas”, sostiene Gabaldón. De ahí que, en cuanto algunas células eucariotas dispusiero­n de mitocondri­as, todas las demás –que ya eran eucariotas pero no tan avanzadas– se extinguier­an.

Las células con núcleo, como las que forman el cuerpo humano, apareciero­n hace unos 2.000 millones de años

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 ?? XAVIER GÓMEZ ?? En el CRG. Los coautores de la investigac­ión, Toni Gabaldón (derecha) y Alexandos Pittis, muestran un cuadro de una célula aún sin núcleo en el Centre de Regulació Genòmica
XAVIER GÓMEZ En el CRG. Los coautores de la investigac­ión, Toni Gabaldón (derecha) y Alexandos Pittis, muestran un cuadro de una célula aún sin núcleo en el Centre de Regulació Genòmica
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