El precio de ser mujer
La desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres es un hecho en nuestro país. Sobre el papel, tenemos los mismos derechos, pero la realidad desmiente su ejercicio. A la hora de la verdad todavía pervive en nuestra sociedad una visión machista que, sin ninguna base real, presupone menos capacidades a las mujeres en numerosos ámbitos y pone impedimentos a la igualdad.
En el Estado español, según datos del CIS, ser mujer es el factor más perjudicial para acceder a un puesto de responsabilidad, muy por encima de la etnia, la edad, la nacionalidad, la identidad religiosa o la orientación sexual.
En el mundo del trabajo, los datos son clamorosos: el salario medio de los hombres en Catalunya es un 25% superior al de las mujeres. Como también lo es el porcentaje de contratos indefinidos. Es decir, menos salario y más precariedad para las mujeres. También salimos más maltrechas en la incorporación en el mundo laboral. Las tasas de actividad y de empleo son inferiores entre las mujeres. Un dato significativo: cuando se tienen hijos, la tasa de empleo baja sensiblemente en el caso de las mujeres, mientras que en los hombres, incluso aumenta.
Es decir, nuestro papel familiar nos perjudica laboralmente. Porque criar a los hijos, o cuidar de familiares con alguna dependencia, es todavía en nuestra sociedad una práctica ejercida principalmente por las mujeres. Y eso frena las posibilidades de nuestras carreras.
Hace falta, pues, más inversión social para aliviar las cargas familiares, y para conseguir repartirlas con los hombres. En este sentido, recordamos –y denunciamos– que el gobierno del Estado sigue posponiendo la ampliación en un mes del permiso de paternidad, que por ley tenía que aplicarse ya en el 2011.
Sin embargo, el principal obstáculo en lo que tenemos que hacer frente es el de la mentalidad ma- chista que, más sutil o menos, impera en nuestra sociedad. Y las primeras que lo tenemos que combatir somos las mujeres, a menudo tan cómplices de este pensamiento como los hombres. Sólo incidiendo en el mundo educativo, en la opinión pública, en todos los espacios de socialización, saldremos adelante. Sólo transformando los valores y las actitudes teñidas de machismo que perviven en el país, podremos avanzar hacia una sociedad donde las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres y puedan ser verdaderamente libres de decidir sobre su propia vida.
Contamos con un nuevo instrumento, la ley de Igualdad efectiva de mujeres y hombres, aprobada en el Parlament al final de la pasada legislatura. Es hora de profundizar en su desarrollo, y de hacerlo transversalmente, desde todas las conselleries. Empecemos a cambiar mentalidades, hagamos de ello una cuestión de Estado, porque sólo con la plena igualdad construiremos un país realmente libre.
Los datos son clamorosos: el salario medio de los hombres en Catalunya es un 25% superior al de las mujeres