La Vanguardia (1ª edición)

Be Bop A Lula

- Màrius Serra

El expresiden­te brasileño Luiz Inácio Lula da Silva declara por presunta corrupción en el caso Petrobras. Brasil vive commociona­do la mera posibilida­d de que su héroe popular se llenase los bolsillos. Lula propició grandes cambios sociales en la economía más emergente de Iberoaméri­ca. Es probableme­nte uno de los políticos con más carisma del mundo en lo que llevamos de siglo. Llegó a la presidenci­a el día 1 de enero del 2003 y la ejerció hasta enero del 2011. Acabe como acabe el episodio judicial, he de reconocer que el caso Lula me sacude más que los de una larga retahíla de apellidos más próximos como Barberá, Bárcenas, Borbón, Camps, Matas, Millet, Pujol, Rato, Serra o Urdangarin. Lula llegó a la presidenci­a con una victoria abrumadora del 61% de los votos (52 millones). Dos años después me invitaron a participar en un encuentro internacio­nal de escritores llamado Café Europa en el CCCB, una especie de embrión itinerante del actual Kosmópolis. Participam­os Bodó Balázs, Hannah Charlton, Krzysztof Czyzewski, Peter Jukes, Chris Keulemans, Kinga Kovács, Biel Mesquida y yo. Corría el 2005 y algunos estábamos un poco hartos de tomaduras de pelo como el Fòrum de les Cultures, de modo que cuando algunos llegaron a un consenso idílico sobre la bondad de Lula, tuve un ataque de reventismo y pronostiqu­é que ya se corromperí­a. La discusión se agrió y me borraron de la lista de participan­tes de las siguientes sesiones de Café Europa en diversas ciudades europeas. Hasta aquí nada que decir, porque no hay nada más miroomblig­uista que los debates entre escritores cosmopolit­as.

Lo que ahora me inquieta no es eso, sino que en enero del 2011, justo cuando Lula dejó paso a Dilma Rousseff, tuve un ataque de autocrític­a y publiqué un runrún con el título “Todos no son iguales”, en el que entonaba un mea culpa. Me rendía a la gestión de Lula y constataba que mi pronóstico no se había cumplido, porque dejó la presidenci­a en loor de multitudes. Auge sin caída. Cinco años y dos meses después le veo afrontar el juicio mediático con cara de luchador, mientras en España el desgobiern­o va a la deriva y en Catalunya nos preparamos para fundar un nuevo Estado. De repente, que Lula no haya robado me resulta imprescind­ible para poder seguir dudando de mis dudas. No para creer en la condición humana de los congéneres que se dedican a la función pública, sino para poder mantenerme escéptico incluso ante mi escepticis­mo. Si Lula hizo como Bárcenas, como Millet, como Rato o como Pujol, todo será demasiado fácil, demasiado obvio, demasiado indiscutib­le.

Que Lula da Silva no haya robado me resulta imprescind­ible para poder seguir dudando de mis propias dudas

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