La Vanguardia (1ª edición)

Ahora, más difícil

- Miquel Roca Junyent

Si de verdad piensan y creen lo que han dicho, el acuerdo será muy difícil, por no decir imposible. Los líderes políticos, o casi todos, en ocasión de la segunda votación del debate de investidur­a, se han dicho de todo. Se han insultado, se han atribuido las peores perversion­es, se han descalific­ado. Y no lo han hecho por razones programáti­cas o ideológica­s; su controvers­ia ha sido en términos personales.

Y, ahora, ¿dicen que toca pactar? Si se llegara a un pacto, sería tanto como reconocer que hasta ahora se estaba haciendo comedia. Que la descalific­ación no era tan grave, que todo ello era la simulación de un momento, pero que, en el fondo, hay margen para el pacto y para el acuerdo. Para los ciudadanos será difícil de digerir: ¿Cuándo nos decían la verdad? –pueden preguntars­e–, ¿cuando se insultaban o cuando reconocen que pueden gobernar juntos, con un mismo programa y con plena confianza entre todos ellos?

Ahora, será más difícil. Y la causa es que lo han hecho más difícil. Ya lo era, de entrada, pero con su intervenci­ón durante el debate lo han convertido en más difícil todavía. Un debate de investidur­a no es una tertulia y, por momentos, lo parecía. Pactar no es el fruto de un momento; requiere voluntad y mucho cuidado en las formas. Pactar empieza respetando al adversario; discrepand­o y a veces absolutame­nte, pero haciendo que las palabras se pongan al servicio de la finalidad que se pretende, y no haciendo de las palabras una herramient­a para satisfacer las miserias de los más fieles.

Pactar quiere decir ponerse de acuerdo sobre lo que se puede hacer y, sobre todo, sobre lo que no se hará. Pactar no se hace nunca con la ambición de imponer el propio programa, sino con el principio de no traicionar­lo. Se trata de hacer que todo el mundo se encuentre cómodo. Y por eso hace falta confianza entre los que pactan. Y, ahora, lo han hecho de manera que no se sabe cómo se ver-

Lo que cuenta ahora es examinar lo que puede hacerse de común acuerdo y lo que no se hará en contra de nadie

tebrará la confianza que se han dedicado a triturar durante estos últimos días.

Ahora, lo que cuenta es examinar lo que puede hacerse de común acuerdo; y, como decíamos, lo que no se hará en contra de nadie. Desde la confianza que olvida el insulto, la descalific­ación y la voluntad de destrozar al adversario. Es tan evidente, que todo el mundo lo sabe; ahora es cuestión de voluntad. Y, si no, asumir las consecuenc­ias y responsabi­lizarse de las causas.

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