Manel en capilla
En coche, del centro de un pueblo a otro (de Woodstock a Hurley), son unos veinte minutos. La carretera más rápida es la 28. En medio del campo, separados por una presa y con el río Hudson siempre cerca, pero sólo a una hora de Nueva York. Este es uno de los principales atractivos de la zona.
Por eso Bob Dylan, como hizo su mánager, se compró una casa en Woodstock. “Quería abandonar la feroz competitividad del mundo moderno”, recuerda en sus memorias. Tras la gira de la primavera del 66, se estableció allí para ensayar la vida de familia. Tenía un niño, se había casado. Durante los dos años anteriores había intensificado un ritmo de trabajo frenético. No era sólo ir arriba y abajo para dar conciertos y soportar ruedas de prensa que lo asqueaban. Sobre todo era el agotamiento mental tras una etapa breve pero irrepetible de intensidad creativa. Para simplificar, cambiado de piel como creador, Dylan había revolucionado para siempre la música rock. Un día de aquel verano salió de casa con su moto –una Triumph de 500 centímetros cúbicos– y se puso a correr y a correr. Hasta que, según parece, perdió el control y se estampó en Striebel Road.
A poco rato de aquella calle, aproximadamente a unos 20 minutos por carretera, hace unos meses se detuvieron los Manel. Afueras del pueblo de Hurley. Sobre el mapa habían localizado una capilla construida con madera pintada en blanco a finales del siglo XIX. Si durante un tiempo uno de los principales místicos contemporáneos –el monje trapense Thomas Merton– pasó allí los veranos meditando, desde hace unos años aquella antigua iglesia de St. John’s se ha transformado en un calmoso estudio de grabación. Lo llaman Dreamland y, a través de vitrales, escurriéndose entre la madera, penetra una paz confortable. Ahora los Manel bajan del escenario, perdón, de la camioneta. Ven volar unos vencejos mientras un perro solitario deambula por los alrededores de la iglesia. Se acercan. Porque vuelven. Han llegado allí para grabar su cuarto disco, que saldrá a la venta en un mes. Se trata de avanzar aún más en la propuesta musical más auténtica del pop catalán de los últimos lustros. Empiezan a grabar.