Adiós y hasta siempre a Paco el Cura
Miembro destacado de la dirección de CC.OO., fue enjuiciado el año 1973 en el Proceso 1001
FRANCISCO GARCÍA SALVE, ‘PACO EL CURA’ (1930-2016)
Jesuita y sindicalista
Allí estaba Francisco García Salve (Paco el Cura), esposado en el suelo, con sangre en la cara por los golpes que le había dado. Paco nunca se dejó detener con facilidad y la policía le pegaba con más rabia” (Marcelino Camacho).
En este párrafo de las memorias de Marcelino, referido a la detención de la Coordinadora General de CC.OO. en Pozuelo de Alarcón, el 24 de junio de 1972, se refleja la primera razón que llevó al jesuita García Salve (fallecido el pasado día 5 de marzo a los 85 años de edad) a la militancia obrera y antifranquista: su indomable resistencia ante las injusticias. No podía aceptar que se le tratara como a un delincuente por el mero hecho de reunirse pacíficamente.
Francisco García Salve había nacido en Farlete, en los Monegros, en un cuartel de la guardia civil, y era hijo de un guardia que murió en el asalto anarquista a otro cuartel zaragozano (en Uncastillo) durante la revolución de octubre de 1934.
Su infancia fue muy pobre, como la de tantos niños de la posguerra, pese a su educación en un colegio de los jesuitas de Indauchu, que él calificó más tarde de fase de desclasamiento. Después sería ordenado sacerdote y como otros muchos curas jóvenes entendió pronto que la verdad estaba más entre los obreros que en los templos y se puso a trabajar como uno de ellos.
Trabajando en Madrid como albañil en los tajos de la empresa Saconia, asistió a asambleas en el Sindicato Vertical y escuchó a quienes serían sus inseparables compañeros en las luchas de la construcción –Macario, Arcadio, Tranquilino– y así lo contó en su libro Yo creo en la clase obrera:
“Me convencieron por el realismo y la sinceridad de sus palabras. Eran hombres de la base, obreros curtidos y maduros. Vi también como nos expulsaban a empellones los jerarcas verticalistas”.
Se curtió en las reuniones en el Pozo del Tío Raimundo, donde las Comisiones Obreras encontraron el precioso refugio (siem- pre bajo la amenaza de la Brigada Político-Social) que les ofreció el padre Llanos, otro jesuita solidario que también terminaría en nuestras filas. Se hizo dirigente natural de la rama de la construcción a base de mítines en las obras y piquetes en las huelgas de la construcción, como la de 1971, en la que cayó muerto su compañero Pedro Patiño por disparos de la Guardia Civil.
Miembro destacado de la Comisión Inter-ramas de CC.OO. y de la Coordinadora General, fue enjuiciado en el Proceso 1001, que se inició el 20 de diciembre de 1973, el mismo día del atentado que costó la vida a Carrero Blanco. Tal vez esa circunstancia agravó el ensañamiento de la Dictadura con los diez dirigentes de CC.OO., a quienes sentenció a un total de 162 años de cárcel de los cuales a Paco le “tocaron” 19. En la cárcel empezó a estudiar derecho y ello le serviría para que, una vez acabada su trayectoria de dirigente de CC.OO., ejerciera como abogado labora- lista en las asesorías de nuestro sindicato hasta su jubilación
En julio de 1976, la asamblea general de CC.OO. que se celebró en Barcelona, pese a ser prohibida por el ministro de la Gobernación, Fraga Iribarne, le eligió miembro del Secretariado, en el que ejerció varias responsabilidades.
Pero, aun en democracia, Francisco García Salve sufriría otras dos condenas, aunque no fuera finalmente encarcelado. Una de las condenas fue precisamente por el libro anteriormente citado y la otra por criticar en 1978 el indulto real de 1975 que le puso en libertad a la muerte de Franco. Pese a su aparente dureza no le faltaba el sentido del humor, y a un periodista que le preguntó qué haría si era condenado le respondió que pediría el indulto real.
José María de Llanos, camarada de partido (el PCE) y compañero de sindicato (CC.OO.) de Paco, le prologó uno de sus muchos libros y con esas palabras cierro este homenaje a un gran militante y una gran persona:
“Entonces permite que como despedida o abrazo glose a quien como tú, supo de lucha, de cárcel y de honradez. Puede y ya lo sé, puede ser tópico rematar así, pero es ¡tan justo!