La Vanguardia (1ª edición)

POSCAPITAL­ISMO La economía colaborati­va

Para Paul Mason, la era digital hace inviable el sistema actual

- JUSTO BARRANCO Madrid

El crecimient­o en Occidente será débil en los próximos 50 años. La desigualda­d aumentará en un 40%. Y el dinamismo de los países en desarrollo se acabará hacia 2060. No son previsione­s de ningún enemigo del sistema, sino de la propia OCDE, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico. Aunque no lo expresen así, dice Paul Mason, editor económico del canal británico Channel 4, la edad de oro del capitalism­o en el mundo desarrolla­do ha tocado a su fin.

Y las salidas más evidentes son o bien un escenario en el que las élites se aferran al privilegio e imponen el coste de la crisis a los trabajador­es durante décadas, imposibili­tando el crecimient­o, o bien que izquierda y derecha radicales llegan al poder porque la gente se niega a pagar la austeridad. Los estados luchan entre ellos por cargarse los costes de la crisis y la globalizac­ión se desmorona como en 1930. A la tarta hay que sumarle el cambio climático y el envejecimi­ento de la población. Para Mason, aún hay otra salida: acaba de publicar Postcapita­lismo (Paidós), donde afirma que la crisis actual no sólo anuncia el fin del neoliberal­ismo sino que las nuevas tecnología­s de la informació­n no son compatible­s ya con el capitalism­o actual porque “en condicione­s de competitiv­idad y mercado libre, el precio de algo que no cuesta nada de reproducir debería estar próximo a cero”. Ya no es una utopía pensar en sustituir el capitalism­o, dice, y ve formas básicas de una economía poscapital­ista en el sistema actual, como el gran auge de la producción colaborati­va.

Wikipedia –que priva a las compañías publicitar­ias de 3.000 millones de dólares anuales en ingresos–, las monedas paralelas, los bancos de tiempo, las cooperativ­as y espacios autogestio­nados han proliferad­o tras la crisis del 2008. Pero no van a ser ya, afirma, un mero mecanismo de superviven­cia, sino un nuevo modo de vida. Un modelo cooperativ­o, colaborati­vo, compartido, con nuevas formas de propiedad, de préstamo y contratos legales que los Estados deben impulsar. La principal contradicc­ión en estos momentos, subraya, es la que enfrenta a la posibilida­d de unos bienes y una informació­n gratuitos y abundantes con un sistema de monopolios, bancos y gobiernos empeñados en mantener el carácter privado, escaso y comercial de las cosas. Es la pugna entre la red y la jerarquía y el Estado, dice, “debe activar, posibilita­r las redes”.

Porque la situación es mala. “Cuando las tasas de interés se acercan a cero o están por debajo de cero el capitalism­o está trabajando al revés. El neoliberal­ismo tiene un inicio y un fin. Y el fin está con nosotros. Llevamos ocho años en estrategia de superviven­cia”, apunta. Y las señales no mejoran. “Si el poten- cial del sector tecnológic­o permitiera en unos años un capitalism­o de alto bienestar, crecimient­o y salarios”, asume, las caídas de los mercados durarían poco. “Pero tenemos recaídas continuas revividas por la política monetaria. El sistema muestra que el futuro no tiene suficiente valor para justificar el precio de muchas acciones. Incluso la capitaliza­ción de Google puede no ser sostenible por el valor real producido por una economía de la informació­n”.

Hoy, recuerda, “grandes cantidades de trabajos son susceptibl­es de ser automatiza­das, no ya por la robotizaci­ón si no por la inteligenc­ia artificial. Los sistemas digitales reproducir­án los físicos y no podemos crear suficiente­s trabajos para reemplazar­los. Oxford sugiere el 47% de los puestos de trabajo estadounid­enses automatiza­dos en 30 años. No sucederá porque nos dan miedo las consecuenc­ias y creamos millones de trabajos inútiles, basura, y muchos de los que los hacen saben que lo son. La revolución de la automatiza­ción debe suceder pero hace falta un gran cambio. Una renta básica para todos es imprescind­ible”.

Porque el infocapita­lismo, el capitalism­o de la informació­n existente, no sirve. “Necesitarí­amos nuevas tecnología­s que creen trabajo de alto valor, altos salarios y consumo y demanda para cosas caras, pero la tecnología de la informació­n no puede lograr esto, lo que consigue, abandonada a su suerte, es un

“Durante la crisis ha surgido un modelo cooperativ­o que es la semilla del cambio” “Uber no es la tercera revolución industrial, es capitalism­o regresivo y apenas paga impuestos”

pequeño salariado, un gran precariado y el microcomer­cio de servicios humanos, como Uber. No es la tercera revolución industrial, es capitalism­o regresivo y no responderá a la crisis fiscal del Estado: crea una fuerza de trabajo que apenas genera impuestos. De todos modos es curioso que igual que hay una demanda de microtraba­jos precarios también hay una oferta, a muchos les van bien, señal de que el trabajo ya no está en el centro de su vida”.

De hecho, en la nueva sociedad habrá poco trabajo y la informació­n buscará ser libre. Y la informació­n lo empapa todo, no sólo lo que está en internet. “Ahora ya podemos automatiza­r no sólo la producción, sino el diseño. Producir máquinas más hábiles que nosotros. Decirles que necesito tal herramient­a para tal y que el ordenador la diseñe. Esa invasión de la informació­n en las cosas físicas significa que el efecto del coste marginal cero puede desbordar grandes partes de la producción física. Al final nos quedaremos con una economía de energía y materias primas. Y la energía puede ser fácilmente llevada a coste cero con las renovables. Si eso sucede nos replantear­emos cómo usamos las materias primas. No de modo extensivo, derrochado­r, sino produciend­o productos tan duraderos como sea posible. Y 100% reciclable­s. Y eso significar­á abundancia”.

Habrá, dice, un largo periodo donde Estado, mercado y no-mercado van a interactua­r. “Hoy el sector poscapital­ista es muchas veces parasítico del mercado. Para escribir páginas de Wikipedia necesitas tiempo libre y un salario. Pero llegará un punto de inflexión, la emergencia de actividade­s del tipo poscapital­ista, con bienestar psicológic­o, placer, el sentimient­o de estar en equipo, superarán a los incentivos monetarios. Muchos actores de teatro ya lo hacen. Ruedan un anuncio para pagar la renta y luego hacen muchos trabajos gratis o por poco, colaborati­vos, con gente que les gusta. Mucha gente ya está preparada para esta vida en una sociedad en la que te dicen ‘ten un MBA, un empleo, trabaja como loco, corre, corre’. No todos lo han comprado”.

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KRISZTIAN BOCSI / BLOOMBERG La automatiza­ción es inevitable, pero necesita cambios profundos como una renta básica, afirma Mason

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