Saludable humor de barrio
TE A T R O Creación: Teatro del Barrio Lugar y fecha: : Espai Lliure (4/III/2016) Una ficción contra la ignorancia. Así, la gente de Teatro del Barrio define El rey, la quinta producción de esta compañía que recupera, en el capítulo de las intenciones, la más noble y digna función social que pueden cumplir las artes escénicas. Toda la profesión teatral tendría que conocer lo que debe ser, supongo, el manifiesto fundacional (http:// teatrodelbarrio.com) o, en todo caso, la relación de los objetivos principales de un colectivo que, seguro, traerá una ventolera saludable para el nuevo teatro del siglo XXI de este país.
Muchas veces, contra la ignorancia, no están sólo las certezas. A veces sólo pueden estar los indicios de alguna confabulación ignominiosa. ¿Quién mató John F. Kennedy? Centenares de hipótesis se han formular sobre el gran magnicidio de la segunda mitad del siglo XX. ¿Quién era “el elefante blanco” que tenía que hacer triunfar el golpe de Tejero del 23-F? El rey se aventura en desenvuelta diversión para unas sospechas razonables –y poco divulgadas– sobre el misterioso personaje, a cuyo servicio se celebró aquel grotesco disparate cuartelero.
Más allá de lo que es oficial y de quien se pudo inmolar como víctima de la conjura antidemocrática, Teatro del Barrio no ofrece otra especulación gratuita sobre el sudoku golpista de aquel 1981. En todo caso, y mediante una teoría extraordinariamente sintética, formula una posibilidad plausible que ayuda a contemplar críticamente el episodio desventurado, sin la obligación de digerir el chirimiri patriótico que se organizó en su entorno.
Como es natural El rey tiene nombres y apellidos: es Juan Carlos I. Y lo interpreta Luis Bermejo, un muy buen actor, como lo son los otros dos que lo acompañan: Alberto San Juan y Guillermo Toledo. Quien más quien menos de los tres ha sido conectado al célebre Animalario que tantas juergas excelentes ha hecho circular por el país. Sin duda, el humor que el trío incorpora constantemente por todas las rendijas posibles que permite el guión fundamentalmente crítico de la pieza tiene sus raíces en lo que ha practicado a menudo el grupo animalarista. Teatro del Barrio no hace, pues, de manera exacta ni siquiera preferente una parodia de sus personajes. Ante los silencios clamorosos que se tejían en torno a Juan Carlos, Luis Bermejo se saca de la manga un repertorio expresivo, pródigo en muecas grotescas formidables. Como cuando Jesús Hermida le pregunta qué hay de verdad sobre la comisión que llega a S.M. por cada bidón de petróleo que compramos a Arabia Saudí; el rostro de quien vive en la inopia que adopta Luis Bermejo es antológico. E inquietante la figura lenta, amenazadora, de Franco que se inventa Alberto San Juan, quien, en el lecho de muerte, no se olvida de recomendar a Juan Carlos una atención especial a “la unidad de España”. Y soberbia la creación que hace Guillermo Toledo, “sin acritud”, pero con una desenfrenada petulancia, de Felipe González. Valen mucho la pena las sorpresas constantes que ofrece la interpretación deEl rey y, claro está, el ball de bastons que se celebra.