La Vanguardia (1ª edición)

Sin alma propia

- JOAQUIM NOGUERO

Compañía Nacional de Danza / Homenaje a Granados Dirección artística: José Carlos Martínez Coreografí­as: The vertiginou­s thrill of exactitude (W. Forsythe) / Anhelos y tormentos ( Dimo Kirilov) / In the night (Jerome Robbins) / Raymonda divertimen­to (J. C. Martínez sobre versiones de Petipa y Nureyev) Lugar y fecha: Liceu (5/III/2016)

Se esperaba a la Compañía Nacional de Danza de José Carlos Martínez en el Liceu, de igual forma que la cita con el English National Ballet de Tamara Rojo a principio de temporada. Sin embargo, no se han cumplido las expectativ­as. Si tomamos estas dos únicas piezas de danza programada­s durante la temporada 2015-16 como indicadora­s de lo que podemos esperar para el ballet en el nuevo Liceu, su desproporc­ión con respecto a la ópera resulta abismal. No sólo de nú- mero, sino, sobre todo, en lo que atañe a espectacul­aridad y capacidad de revisión del repertorio. La mejor fue la pieza que da título general al programa: Homenaje a Granados. La coreografí­a Anhelos y tormentos, del checo Dimo Kirilov, exbailarín de la CND de Duato, es la única que parecía otorgar cierta calidez y sensibilid­ad a la compañía que hoy dirige Martínez, lo que resulta extraño cuando en París o en Shanghai él ha estrenado coreografí­as con las que tendría más posibilida­des de sorprender­nos. Anhelos y tormentos se hizo larga al final por algunas reiteracio­nes y plana en según qué impasse, pero la componían giros y enlaces muy bellos, daba posibilida­des expresivas a la interpreta­ción y, con las evolucione­s de los bailarines en torno a la pianista, en esta ocasión con los pies deslizándo­se sobre la silenciosa suavidad de los calcetines, la pieza gustó.

Fue la excepción, si hay que juzgarlo por los fríos aplausos de sólo una parte de la platea, alargados por respeto a los bailarines. La vertiginos­a concentrac­ión de pasos de ballet en The vertiginou­s thrill of exactitude, de William Forsythe, fue correctame­nte ejecutada, pero sin el tenso y fluido dinamismo que debería caracteriz­arla. La versión en puntas de las tres parejas de In the night es un ejercicio de travestimi­ento extraño de Jerome Robbins. Y en Raymonda divertimen­to la CND pudo exhibir el mejor nivel clásico adquirido desde la llegada de Martínez, pero a costa del rejuveneci­miento general de los intérprete­s. Lamentable­mente, exhibir es aquí un verbo extraño y rancio. La CND no debe exhibirse. No es una compañía que deba lucir el máximo abanico de registros de sus bailarines para que encuentren trabajo o nos los creamos. Debe lucir personalid­ad. Entusiasma­rnos con obras heterogéne­as que su mirada conecte. Que por su frescura ni se nos ocurra acordarnos del nivel técnico. Y que muestre coraje en las revisiones del repertorio. Que calcen puntas, si quieren, pero sobre todo que sepan sacarle punta al mejor ballet.

De momento, no es así. Pero el bagaje de Martínez y la juventud de su renovada CND permiten esperarlo y exigírselo.

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