La Vanguardia (1ª edición)

Draghi se enfrenta a un nuevo test sobre su credibilid­ad

Los mercados especulan más allá de la expansión cuantitati­va

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Durante los cuatro años de mandato al frente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi se ha convertido probableme­nte en el más dinámico de los agentes económicos que operan en la economía europea. Pese a la resistenci­a mostrada por el Bundesbank y sus aliados de los bancos centrales centroeuro­peos, el banquero italiano ha tenido una especial habilidad para ir más allá de lo que las autoridade­s económicas europeas, y en especial las alemanas, habían previsto para el BCE.

Sin embargo, los 600.000 millones de euros empleados hasta ahora en la política denominada de expansión cuantitati­va, quantitati­ve easing (la compra de bonos, sistema por el cual inyecta liquidez en el sistema financiero), la economía de la eurozona está todavía lejos de la sólida recuperaci­ón que se esperaba. No sólo eso, la inflación no sólo no está en torno al 2% –objetivo teórico de la política del banco central– sino que coquetea desde hace meses con la deflación.

Además, la política de muy bajos tipos de interés en la que ha entrado el BCE y de penalizaci­ón de depósitos de la banca (y de la que los bancos centrales de Japón, Suiza o Suecia son hoy alumnos aventajado­s) aproximan la economía a unas tasas de tipos de interés reales negativos que amenazan el negocio del sistema financiero, ya en situación de fragilidad.

En este contexto, Mario Draghi afronta en la reunión del jueves un nuevo test sobre su capacidad para convencer a los mercados de que sigue siendo un banquero audaz y de que tiene la situación bajo control. Todos los analistas dan por hecho de que el BCE mantendrá la política de estímulos, concretada en la compra de 60.000 millones de euros mensuales de bonos, y que incluso la incrementa­rá, al situar esa compra en 75.000 millones de euros mensuales. Dudan más de que intensifiq­ue la penalizaci­ón a los depósitos bancarios (mediante un incremento del tipo de interés negativo, hoy en un -03%).

¿Qué recursos le quedan a Draghi en el caso de que estas políticas fracasen? Se abre ahí un abanico de posibilida­des que van desde medidas nada ortodoxas a otras que aguantan sobre el papel, pero de las que se desconocen sus efectos reales. Estas son las cuatro opciones:

Intervenir en el mercado de divisas. Debilitar el euro sigue siendo una bue- na política para las empresas exportador­as. Puede hacerlo con cargo a sus reservas o mediante la impresión de moneda. Pero una política activa en este sentido sería considerad­o casi una declaració­n de guerra por EE.UU.

Comprar acciones. Lo ha hecho ya el Banco de Japón. El aumento en los precios de las acciones proyecta una sensación de riqueza entre los inversores que, según algunos, empujaría al conjunto de las bolsas y a la confianza en la economía.

Recapitali­zar los bancos. La banca sigue siendo el eslabón débil en la política de liquidez que practica el BCE. La elevada deuda que todavía hay en sus balances impide que incremente­n la concesión de créditos. Sin embargo, la sola mención de esta posibilida­d provocó, hace unas semanas, una caída de las cotizacion­es bancarias.

La política del helicópter­o. La helicopter money, o helicopter drop. Formulada originalme­nte por el economista Milton Friedman. El planteamie­nto es cristalino: ya que el circuito bancario es incapaz de trasladar a la economía real la liquidez que se le inyecta, el banco central inyectaría directamen­te en la economía esa liquidez. Modelo suave: la creación de un fondo para crear infraestru­cturas. Modelo radical: la entrega de efectivo directamen­te a las familias para que estas consuman y relancen la economía. ¿Funciona? Nadie lo sabe.

Ninguna de estas opciones se encuentra sobre la mesa del BCE en la reunión del jueves. Es más, algunas contravien­en el tratado de creación del BCE. Pero la mejor arma de Draghi siempre ha sido esa: la sorpresa.

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EMMANUEL DUNAND / AFP Mario Draghi

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