El poder es efímero y está mitificado

EL poder es efímero como los vestidos de boda, los colores del arco iris o los viejos juguetes sin cuerda. No hay nada tan euforizante como el día que uno alcanza el poder, ni nada más deprimente que la fecha en que el poder lo abandona a uno. Las personas inteligentes son aquellas que consideran que en los cargos se está de paso y que la felicidad no acaba con el día. El poder hace que nos perciban mejores de lo que somos y, cuando lo dejamos de ejercer, nos devuelve al umbral de la mediocridad. Pero, aun estando mitificado, pasan los años, las décadas, los siglos y sigue seduciendo a los individuos.

La gente inteligente intenta no envanecerse con el poder. El francés Michel de Montaigne escribió que por muy alto que sea el trono, siempre se está sentado sobre el culo. Y los más astutos de entre los listos intentan no perder de vista quiénes son cuando mandan. Ciertamente, el poder da la dimensión de las personas o, como decía el griego Pítaco, si queréis conocer a un hombre, investidle de un gran poder.

Albert Ballesta fue el hombre elegido por Carles Puigdemont para sustituirle al frente de la alcaldía de Girona, pero ha ocupado el cargo sólo 36 días. Ballesta no estaba en el Consistorio ni se le esperaba. Iba en el puesto 19 de la lista de CiU y hubo que hacer que dimitieran ocho miembros de la candidatura para que formara parte del pleno.

Empezó mal, pero pronto fue a peor porque hubo que repetir la toma de posesión por un error en la fórmula del juramento. Luego ERC le dio la espalda y tuvo que recurrir al PP y C’s para que le aprobaran el sueldo, si bien en el último instante estos últimos le retiraron su auxilio. Ha intentado desesperadamente buscar apoyos para sobrevivir ante el bloqueo de sus socios naturales. Al final ha conseguido la complicidad del PSC, aunque Ballesta ha decidido no disfrutar del cargo después de semejante enredo. Lo dicho, el poder es efímero y además está mitificado.