Europa aparca sus valores
La ONU y las oenegés critican el plan de devolver refugiados sirios a Turquía
La Europa de los valores que durante décadas ha guiado la construcción de uno de los proyectos políticos más admirados del mundo baja la persiana. Esa Unión Europea que ha sido un faro para el resto del planeta se apagó un poco más la noche del lunes en Bruselas, mientras sus dirigentes se avenían a discutir una incómoda ruptura con su tradición y valores, al delegar en Turquía buena parte de sus obligaciones con el asilo. El plan ha sido duramente censurado por organizaciones como Acnur (la agencia de las Nacio- nes Unidas para los refugiados), Unicef, Amnistía Internacional y Médicos sin Fronteras, entre otras. A veces los valores entran en conflicto con los objetivos políticos, se comenta con cierta melancolía en la sede del Consejo Europeo... Y urgía, dicen, acabar con el malentendido de que Europa está abierta a todos.
Los líderes europeos llegaron a Bruselas preparados para debatir con el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, una iniciativa que ya suponía un cambio radical con la política seguida hasta ahora: la posibilidad de devolver a Turquía a todos los nuevos inmigrantes económicos que la Unión rechace. Lo que se encontraron sobre la mesa –fruto de la negociación entre Angela Merkel, canciller de Alemania; Marc Rutte, primer ministro de Holanda (presidencia de turno de la UE) y Davutoglu– fue algo mucho más potente y apetitoso a ojos de la mayoría: devolverle a todos los que intenten llegar a Europa, vía Grecia, por medios irregulares. In- cluidos los demandantes de asilo y los sirios. “Hace tiempo quisimos hacer algo parecido en Malta y ¡nos querían meter en la cárcel!”, cuentan que exclamó el primer ministro de este país, Joseph Muscat.
La idea es problemática. Si hasta ahora no se ha devuelto a inmigrantes irregulares a Turquía es en primer lugar porque no los aceptaba. Desde ayer Ankara lo está haciendo, anticipando la entrada en vigor de un acuerdo de readmisión con la UE. Y si nadie le había devuelto demandantes de asilo aunque hubieran entrado por su territorio, es porque no se le considera un país respetuoso con el derecho al asilo. La base para, en adelante, poder hacerlo es el reconocimiento de Turquía por Grecia como país seguro en virtud de un tratado bilateral. La ley turca, sin embargo, limita el derecho al asilo a los ciudadanos europeos, lo que deja sin opciones al grueso de refugiados actuales.
Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, sostiene sin embargo que la devolución de inmigrantes y potenciales demandantes de asilo a este país es “totalmente legal”. Las dudas jurídicas y operativas de varios países aconsejaron a la Unión darse 10 días más
para “pulir los detalles” del plan e intentar llegar a un acuerdo en la cumbre de la próxima semana. Alexis Tsipras, primer ministro griego, continuó discutiendo ayer con Davutoglu la puesta en marcha del dispositivo durante una cumbre bilateral en Esmirna, uno de los puntos de partida más explotados por los traficantes de personas. Uno de los objetivos del acuerdo es precisamente “romper el modelo de negocio de los traficantes de personas, eliminar los incentivos para pagar a alguien porque te pase por el mar Egeo” porque la única puerta de entrada “serán las vías legales”, explicó Juncker.
Varias organizaciones interna- cionales reaccionaron indignadas contra lo que consideran algo más que una traición a los valores fundacionales de la UE. “La expulsión colectiva de extranjeros está prohibida bajo la Convención Europea de Derechos Humanos. Un acuerdo que fuera equivalente a una devolución generalizada de cualquier extranjero a un tercer país no es acorde a la ley europea ni con la ley internacional”, alertó desde Ginebra Vincent Cochetel, director para Europa de Acnur.
El principio de acuerdo con Turquía presenta “defectos morales y legales”, criticó Iverna McGowan, directora de la oficina europea de Amnistía Internacional. “Los líderes de la UE y de Turquía han caído más bajo que nunca, han pisoteado los derechos y la dignidad de algunas de las personas más vulnerables del mundo”, añadió, criticando el principio del “uno por uno” negociado entre la UE y Ankara.
Por cada refugiado sirio que Turquía se lleve de las islas griegas (en vías de saturación por el cierre de la vía de salida hacia el continente, la ruta de los Balcanes) la UE realojará a un sirio desde Turquía en uno de sus estados miembros por vías legales. “La idea de intercambiar refu- giados por refugiados no sólo es peligrosamente deshumanizadora, sino que tampoco ofrece una solución a largo plazo a la actual crisis humanitaria”, afirmó McGowan. Unicef recordó que actualmente el 40% de los emigrantes que llegan a Grecia son niños y llamó a los dirigentes europeos a asumir “sus responsabilidades y obligaciones” para protegerlos y permitirles reunirse con sus familias.
La advertencia de que “mejor no vengan a Europa” no desanimará a todos los potenciales inmigrantes y llevará hacia una fragmentación de las rutas migratorias, avisa Acnur. Esta posibilidad, presente en las discusiones europeas, inquieta especialmente a Bulgaria, Italia e incluso España pero se espera impe- dirlo mediante los explícitos llamamientos a que nadie intente llegar a Europa por vías ilegales y la advertencia de que estos intentos serán castigados. “No vayan a Grecia. Van a ser deportados y pasarán a la cola de la lista para ser realojados”, ha advertido Juncker a los sirios. La UE pretende acabar con el automatismo entre “subirse a un barco” y lograr “residencia en Europa”.
La consigna está clara: si llegan a Turquía, pidan asilo allí y si quieren ir a Europa, esperen también allí su turno. “Se ha acabado el tiempo de las migraciones irregulares”, sentenció Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, encargado de comunicar con gran crudeza el giro político europeo. Las conclusiones de la cumbre respaldan “efusivamente” las propuestas de Turquía, clave de la estrategia defendida por la canciller alemana (el diario Bild las llama directamente plan Merkel) pero recogen también el enfoque que de acuerdo con Tusk ha servido para poner fin a la crisis migratoria (aunque sea a costa de provocar una posible crisis humanitaria en Grecia). Es decir, el cierre de fronteras en la ruta de los Balcanes.
Este movimiento, al que Merkel se resistió todo lo que pudo, no sólo ha bloqueado el paso a los emigrantes (Macedonia sólo deja pasar a unos centenares cada día) sino que ha provocado una suerte de game over que ha obligado a Turquía a mover ficha. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reaccionó de forma violenta cuando el diri- gente europeo le sugirió hace unas semanas que si no empezaba a controlar la frontera se arriesgaba al bloqueo de la ruta hacia Europa. Para Ankara puede ser su última oportunidad de obtener contrapartidas por su apoyo y no va a dejarla escapar. El reto para Europa es otro. “Europa afronta el momento de la verdad, es el momento de reafirmar los valores sobre los que fue construida”, pidió ante el Parlamento Europeo Filippo Grandi, alto comisionado de la ONU para los refugiados, “profundamente preocupado” por los pasos que podría dar la UE.