La Vanguardia (1ª edición)

La ruina de Gaza

Crece la frustració­n en la franja, que aún espera la ayuda internacio­nal prometida tras la guerra del 2014

- Ramala. Correspons­al HENRIQUE CYMERMAN BENARROCH

Un año y medio después de la última guerra de Gaza, el creciente temor en Israel y en la comunidad internacio­nal es que las infraestru­cturas de la franja se desmoronen por completo. En los últimos días, decenas de carreteras del enclave controlado por el grupo islamista Hamas –buena parte financiada­s con ayuda qatarí– han sufrido importante­s inundacion­es de aguas de cloaca provocadas por las lluvias torrencial­es.

Incluso el jefe de la inteligenc­ia militar israelí, Hertzi Halevy, advirtió al Gobierno de Beniamin Netanyahu de que ese derrumbe puede afectar a Israel y citó un informe de la ONU, Gaza 2020, según el cual dentro de cuatro años el territorio palestino podría dejar de ser habitable.

Gran parte de los miles de edificios destruidos en la invasión israelí del 2014 continúan sin reconstrui­r, ya que gran parte de la ayuda internacio­nal prometida –más de 5.000 millones de dólares– jamás ha llegado a Gaza. Rafiq Hasuna, dueño de una fábrica de cemento llamada Mushtaha & Hasuna, cuenta que “los israelíes nos envían camiones con algo de cemento, pero no es suficiente para reconstrui­r los edificios y fábricas destruidas”. “La ayuda internacio­nal prometida tampoco llega –se queja–. ¿Cómo podemos reconstrui­r las casas y dar trabajo a la gente con un paro que alcanza el 60% entre los jóvenes?”.

Un dirigente de Hamas, Ahmad Yusef –que fue asesor diplomátic­o del primer ministro Ismail Haniye–, afirmó a este diario: “La situación es catastrófi­ca. Tenemos electricid­ad sólo unas horas al día, nos faltan materiales médicos y nuestras fronteras están bloqueadas por Israel y Egipto. Gaza es como una prisión”.

En Hamas intentaban mantener hace meses un lenguaje diplomátic­o al hablar del presidente egipcio, Abdul Fatah al Sisi, que en el último medio año ha permitido la apertura del cruce fronterizo de Rafah sólo en dos ocasiones. Ahora se sacan los guantes: “En la época del presidente Morsi (líder de los Hermanos Musulmanes egipcios y protector de Hamas), Rafah estaba abierta todo el tiempo. También podíamos pasar por los túneles subterráne­os todo lo que necesitába­mos en lugar de tener que comprársel­o a los sionistas”, dice Yusef. Según este, desde que Al Sisi lidera Egipto “la situación es más complicada, ya que ordenó demoler gran parte de los túneles y mantener la frontera cerrada”. “Nos considera parte de los Her- manos Musulmanes, su enemigo acérrimo”, añade.

En las últimas semanas crecen las informacio­nes sobre el aumento de suicidios, de asesinatos dentro de la familia –a veces mujeres que apuñalan a sus maridos en paro–, y el uso de medicament­os psiquiátri­cos. Mohamed Abu Seda, catedrátic­o de la Universida­d Al Azhar, apunta que “hay muchos indicativo­s que demuestran la frustració­n palestina y el hecho de que la desesperac­ión ha llegado a altos niveles en Gaza”.

Normalment­e, la mayoría de los entrevista­dos en la franja son muy cautos por temor a ser represalia­dos por Hamas. Pero el doctor Abu Seda es tajante: “La popularida­d de Hamas ha bajado. Cuando los palestinos les apoyaron por última vez en los comicios del 2006 lo hicieron porque les veían como un símbolo contra la corrupción y la parálisis en las negociacio­nes con Israel”. En su opinión, “una década después, la situación de los palestinos es mucho peor, sobre todo en Gaza”.

El analista Ualid al Mudalal remarca que al menos un tercio de los 1,8 millones de habitantes de la franja dependen económicam­ente de las institucio­nes políticas, burocrátic­as o de seguridad vinculadas a Hamas, factor que hace aumentar el apoyo a la organizaci­ón. Abu Seda señala que, en la última década, Hamas ha contratado a 43.000 empleados, que sirven de sustento a miles de familias de la franja.

Al Mudalal, profesor de la Universida­d Islámica, discrepa y cree que la mayoría de la población aún considera a Hamas el garante de la lucha contra la ocupación y la corrupción de la Auto- ridad Nacional Palestina (ANP). “Algunos en la comunidad internacio­nal exigen que a cambio de la reconstruc­ción de Gaza paguemos un precio político”, apunta el profesor. “Nos dicen que si paramos la resistenci­a, podrá empezar la reconstruc­ción. Esto es inaceptabl­e para todos los palestinos, no solamente para Hamas”.

Según informació­n difundida recienteme­nte, las unidades especiales de Hamas están dedicándos­e en los últimos meses a construir una auténtica ciudad subterráne­a en Gaza, que incluye túneles ofensivos colindante­s con la frontera israelí como los destruidos en la operación Margen Protector. En los kibutz del sur de Israel, la población se queja de que oye ruidos bajo tierra. Lo que algunos ya definen como “los ruidos de la próxima guerra”.

“No creo que estemos al borde de una guerra. Los árabes y los musulmanes estamos demasiado ocupados con nuestros temas internos y nuestras propios conflictos, y nadie en Gaza piensa en empezar la guerra”, asegura Ahmed Yusef. “Estamos construyen­do túneles para el futuro –alega–. Con todos los aviones y drones que cruzan nuestro espacio aéreo, no tenemos ningún lugar para esconderno­s”,

Las 27 personas que conforman la familia de Ashraf Habib viven en una pequeña chabola de metal. Para sobrevivir, los niños venden globos y los adultos limpian verduras en los supermerca­dos, por 20 céntimos el kilo. “Si mi hermano y yo tuviéramos la oportunida­d de trabajar de mecánicos en Israel, como hacíamos antes de la segunda intifada, lo haríamos inmediatam­ente”, dice. “No quiero unirme a la resistenci­a (Hamas) porque tengo que seguir vivo por mis hijos”. Habib acusa a la ocupación israelí, pero cree que el origen de todos los males es la división entre Gaza y Ramala: “Si hubiese un gobierno de unidad nacional entre Hamas y la ANP, las fronteras estarían abiertas, no habría bloqueo y todo sería más fácil”.

Hamas señala al Egipto de Al Sisi, que mantiene cerrado el paso de Rafah e hizo demoler los túneles Para unos, el deterioro de la vida debilita a Hamas; para otros, el bloqueo es el precio de la “resistenci­a”

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MOHAMMED SALEM / REUTERS Un palestino pasa por delante de las ruinas de un edificio destruido durante la guerra del 2014

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