Relevo en la alcaldía de Girona
MARTA Madrenas será la nueva alcaldesa de Girona. Albert Ballesta anunció ayer su dimisión del cargo, tras sólo un mes y medio al frente del Consistorio gerundense. Ballesta efectuó este anuncio junto al de un pacto de gobierno entre su partido, CDC, y el PSC. Termina así el breve mandato de Ballesta, caracterizado por decisiones políticas discutibles, errores de bulto, una sucesión de pactos fallidos y las dificultades para concretar un determinado cartapacio municipal o fijar su propio sueldo como alcalde. Días atrás expresábamos aquí nuestro convencimiento de que el alcalde Ballesta podía hacer mejor las cosas, y le invitábamos a intentarlo. Ya no podrá ser. La endiablada concatenación de tropiezos en su breve periodo como alcalde, así como su decisión de ponerle término, lo impedirán.
Mal acaba lo que mal empieza, reza un viejo refrán castellano. Lo de Ballesta como alcalde de Girona empezó mal y ha acabado mal. Mal estuvo que el actual presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, le eligiera como su sustituto en la alcaldía de Girona, pese a que Ballesta ocupaba el número 19 en la lista de CiU, y a que su promoción pasó por encima de los candidatos que le antecedían. Mal estuvo por lo que suponía, en primera instancia, de arbitrariedad y, luego, porque ahora la fallida gestión de Ballesta se imputará a la decisión personal de quien lo aupó al cargo de primer munícipe gerundense. Y mal estuvieron distintas equivocaciones de Ballesta, como la fórmula elegida para su juramento –que se vio forzado a repetir– o su errática política de pactos, pues empezó cortejando a ERC (formación para la que Ballesta tuvo ayer palabras de dolido reproche), luego a PP y Ciutadans (en un sorprendente pacto enseguida abortado), y ha terminado en un acuerdo de gobierno firmado con el PSC.
Este último es, quizás, el fruto más apreciable de la labor de Ballesta en Girona. Se trata de un pacto que, gracias a los cuatro concejales socialistas, da estabilidad al Consistorio; he aquí un bien escaso en la política actual, ya sea autonómica o estatal. Un bien que, además, introduce un factor inédito en los ayuntamientos de las cuatro capitales catalanas, como es una alianza sociovergente; o sea, una apuesta por el acuerdo y la centralidad, hoy muy pertinentes. Podrá decirse que el PSC está exhibiendo una llamativa versatilidad, toda vez que en Girona apoya a CiU, en Tarragona le apoyan el PP y Unió, y en Lleida, Ciutadans y la CUP; y que no se descarta que en Barcelona el PSC respalde a BComú. Pero también es claro que, en una época que reclama diálogo y pacto, esta es una noticia esperanzadora.