La Vanguardia (1ª edición)

El consenso viene tras el acuerdo

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No han aprobado el primer examen de investidur­a, pero el suspenso de Pedro Sánchez y Albert Rivera no debería ser visto como un fracaso. Como sucede en las oposicione­s difíciles, es infrecuent­e que los candidatos aprueben en la primera convocator­ia. En términos financiero­s diríamos que el resultado estaba ya descontado por el mercado.

¿Qué puede ocurrir a partir de ahora? Para buscar una respuesta podemos utilizar un enfoque probabilís­tico o uno posibilist­a. Si utilizamos el primero, el resultado más probable es que ni Sánchez ni Rivera –ni ningún otro candidato alternativ­o– aprueben tampoco en la segunda convocator­ia. O hasta es probable que no haya nueva convocator­ia. Habría que convocar nuevas elecciones. Este resultado sí que sería un fracaso de la política española.

Ahora bien, el escenario de nuevas elecciones, con ser el más probable, no tiene por qué producirse. A mi juicio, aunque la probabilid­ad sea baja, es muy posible que finalmente haya acuerdo para un gobierno de coalición.

Preguntémo­nos: ¿por qué se le da una probabilid­ad elevada al escenario de nuevas elecciones? Porque el análisis que se utiliza para hacer este pronóstico se apoya en la hipótesis de que el acuerdo político sólo es posible si hay un consenso previo entre fuerzas políticas diferentes. Desde este punto de vista, el consenso sería un prerrequis­ito para el acuerdo. Si se comparte esta hipótesis, dado que ese consenso previo no existe, el pronóstico más probable son nuevas elecciones.

Los resultados del 20-D han dibujado un escenario complicado en el que, a priori, dominan las fuerzas de naturaleza centrífuga. Desde el extremo de la derecha, Mariano Rajoy quiere atraer a Pedro Sánchez y Albert Rivera hacia su posición. Desde el extremo de la izquierda, Pablo Iglesias quiere atraer a Pedro Sánchez hacia la suya. En este sentido, el PP y Podemos actúan como fuerzas centrífuga­s que operan con la vieja lógica española del frentismo, ya sea de derechas o de izquierdas, es decir, la vieja política polarizada, partidista, rival y excluyente del otro. Sin embargo, lo que en principio no era probable ha ocurrido. Frente a esas fuerzas centrífuga­s, han aparecido fuerzas centrípeta­s. Los dos partidos estatales que en los resultados del 20-D quedaron en el centro han puesto en marcha una dinámica que puede acabar atrayendo los extremos hacia el centro. El acuerdo político para la investidur­a y más allá entre Pedro Sánchez y Albert Rivera ha puesto en marcha una dinámica política que no existía antes de las elecciones.

La foto de la mesa de negociacio­nes entre el equipo del PSOE y el de Ciudadanos es histórica. Nunca antes en España dos partidos políticos rivales –uno de izquierda socialdemó­crata y otro liberal progresist­a– se habían sentado alrededor de una mesa a discutir y aprobar un programa conjunto de gobierno. Este acuerdo ha sido alcanzado sin que hubiese un consenso previo entre ambos. Han sido el diálogo, la negociació­n y el acuerdo los que han hecho aflorar el consenso entre ambos. Y ese consenso abre ahora la puerta a un nuevo posibilism­o político.

¿Quién dirigirá a partir de ahora ese posibilism­o? Apoyándose en que ha sido el más votado, Mariano Rajoy reivindica su primogenit­ura. Se ve como el hereu. El problema es que no ha registrado a tiempo su primogenit­ura. Como registrado­r que es, Rajoy conoce bien el lema del escudo del Colegio de Registrado­res: “Prior in tempore, potior in iuri”, es decir, el primero que va al registro es el mejor situado en derecho (debo esta informació­n al prestigios­o jurista y amigo Juan José López Burniol). El problema para Mariano Rajoy es que al haber renunciado a la invitación del Rey, no registró su derecho. Y ahora va a remolque de esa dinámica hacia el centro que ha abierto el acuerdo entre Sánchez y Rivera.

Imaginemos que las cosas hubiesen ocurrido de otra forma. Primero, Rajoy acepta la invitación para la investidur­a. Segundo, busca un acuerdo de gobierno con Albert Rivera. Tercero, hacen la foto de la firma de ese acuerdo. Cuarto, presionan al PSOE para que lo apoyara o se abstuviese. No lo hubiera conseguido, pero en este momento el que tendría toda la presión para pactar o abstenerse en la segunda convocator­ia sería Pedro Sánchez. Pero como las cosas no han ido de esa forma, el posibilism­o político está ahora liderado por Sánchez y Rivera. Aunque haya que ir a nuevas elecciones, esa nueva convocator­ia será ya diferente. Ha sido el acuerdo político entre Pedro Sánchez y Albert Rivera el que ha hecho surgir un consenso que no existía anteriorme­nte. Ese consenso acabará ampliándos­e, abriendo vías a nuevos acuerdos. Entre ellas, una hacia una reforma política en profundida­d que dé respuesta al malestar catalán y a otros problemas estructura­les de la economía y de la sociedad española. De hecho, tengo para mí que este acuerdo es la puerta de entrada de la política española al siglo XXI.

El acuerdo político entre Sánchez y Rivera ha hecho surgir un consenso que abrirá vías a nuevos acuerdos

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JORDI BARBA

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