La Vanguardia (1ª edición)

La indecencia

- Pilar Rahola

Indecencia sobre indecencia. Si alguien dudaba de que el gran proyecto de Europa es una entelequia sostenida exclusivam­ente por los intereses económicos, pero fallida en la capacidad de conciliar una estrategia política y social común, y mucho menos actuar cuando se trata de derechos humanos, ahí está la crisis de los refugiados como trágico baño de realidad. Europa está actuando como siempre lo ha hecho, con la arrogancia de los fuertes y la indecencia de los insensible­s, y a pesar de haber metido la pata –en sentido literal y simbólico– en Oriente Medio durante décadas y décadas, ahora se quita de encima a los refugiados como si fueran una incómoda mosca en el traje de fiesta.

Y va a peor, porque con la decisión de convertir Turquía en un gran campo de refugiados, millones de euros mediante, repite la misma brutalidad que ya perpetró con los refugiados judíos que habían sobrevivid­o al Holocausto: encerrarlo­s en un territorio controlado, acotado y felizmente lejano. Lo peor es que el paraíso elegido es un Estado que juega a todos los lados, que ha permitido una frontera porosa al Estado Islámico para aprovechar el Pisuerga y masacrar a los kurdos, y cuya geoestrate­gia es, hoy por hoy, francament­e alarmante. Turquía no sólo

Europa actúa como siempre, con la arrogancia de los fuertes y la indecencia de los insensible­s

coquetea con el islamismo más radical, sino que además es el principal comprador de petróleo de los yihadistas en el mercado negro. Y, según algunas fuentes, también en el mercado blanco, si es que el término es permisible en un asunto tan sucio. Gobernado por un islamista que, según el eufemismo al uso, es “moderado” –como si se pudiera considerar moderado a quien quiere convertir la charia en ley civil y penal–, es un aliado desleal, inquietant­e y, en general, capcioso. Y si ahora se convierte en el patio de atrás de Europa para miles de personas que huyen del miedo y la guerra, significa que hemos perdido todo sentido de la humanidad.

Por supuesto que la crisis humanitari­a es compleja, nadie sabe cómo resolverla y las puertas no pueden abrirse de par en par. Pero hay un enorme abismo entre dar paso libre a quien quiera venir y no encontrar ni una sola manera de repartir a los refugiados entre los países, porque nadie quiere asumir su drama. La decisión de comprar a Turquía para que sea la Chipre de los supervivie­ntes del Holocausto es una vergüenza más en la gran lista de vergüenzas de Europa, cuando se trata de solidarida­d, caridad y humanidad. Es un retrato de nuestra incapacida­d, pero, sobre todo, de nuestra displicenc­ia, y nos deja un panorama de ineficacia, cuando se trata de crisis humanitari­as de gran alcance, que nos recuerda hasta qué punto es débil la gran Europa.

El poeta argentino González Tuñón dijo que Europa era un soldado dormido sobre su mochila. Creo que se equivocaba. Es una panza llena de manjares, sobrecarga­da de vino, que duerme la siesta del barrigón. Tan mítico ser europeo y, reiteradam­ente, tan miserable.

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