La Vanguardia (1ª edición)

El destino de un demonio

Semblanza del último detenido por el crimen del Port Olímpic que ha provocado una diáspora en la Mina

- MAYKA NAVARRO Sant Adrià de Besòs

Tenía once años y los mismos ojos azules de ahora. Al volante de su coche, Juan Antonio B. F., que por entonces ya conocían como Juan, el Demonio, paseó a unos periodista­s por aquel Can Tunis que funcionó años como el mayor supermerca­do de drogas de Europa. “Mi vida no sé todavía qué será. No sé si seré un borracho, un alcohólico, un futbolista, un caballero, de los que montan a caballo, o un abogado...”. Nada de todo eso acabó siendo su vida. Años después, en el 2007, fue detenido y condenado por el asesinato del hijo de Tony el Gitano, un muy querido cantante de rumba canalla, macarra y callejera que enterró antes de tiempo a su hijo Antonio, de 18 años. El domingo, Juan, el Demonio volvió a ser arrestado y encarcelad­o.

Ni abogado, ni futbolista, ni caba- llero, de montar caballos. El Demonio fue detenido en Málaga acusado de ser una de las tres personas que el 24 de enero asesinaron al hombre de 28 años cuyo crimen ha provocado una diáspora sin precedente­s en los barrios de la Mina y Sant Roc. Aún queda un tercer sospechoso por arrestar. No sólo está identifica­do por los familiares de la víctima, que han jurado venganza eterna, también por los investigad­ores del grupo de homicidios de los Mossos d’Esquadra de Barcelona, que ya han cursado una orden de búsqueda y captura. Pero los clanes relacionad­os con la familia del muerto no se conforman sólo con esos tres.

Ramona Navarro, la madre del fallecido, repite a quien le pregunte que deben ser los ocho hombres que esa madrugada estaban juntos de copas en la discoteca Nirvana del Port Olímpic los que paguen por igual la muerte de su hijo.

Las cámaras de seguridad del local grabaron la agresión. Es una se- cuencia muy rápida. Las imágenes no permiten concretar quién de los tres hombres más próximos al fallecido en el momento de la agresión empuñó la botella rota con la que le segaron el cuello. Fue una acción veloz, tras la que los agresores y sus acompañant­es huyeron a toda velocidad del local. Ninguno se entretu- vo a comprobar si estaba muerto. Sabían a quién habían apuñalado. Tenían que salir pitando, con sus familias, huir de Barcelona, por lo menos los primeros días. Nunca pensaron que fuera tanto tiempo.

Y allí estaba Juan el Demonio. Y eso que se dejaba ver poco por Sant Adrià de Besòs. Desde que pagó por el asesinato del hijo de Tony el Gitano no paraba mucho por la Mina. No era un joven querido por los gitanos ni por los payos. Aquel crimen perpetrado una madrugada de Feria de Abril, ya provocó un éxodo de familias. Huyeron a Málaga. Y allí estaba casi siempre el Demonio.

Las imágenes, cuando no tenía ni once años, al volante de su coche por las ruinas de Can Tunis, recriminan­do a los toxicómano­s, formaron parte de un documental.

A falta de nuevas detencione­s, la Mina permanece en silencio. Furgonetas de los Mossos, dos por cada turno, una docena de policías, vigilan las calles desiertas noche y día. Como mínimo una familia ha logrado un acuerdo para volver. Han pactado con la matriarca de los Jodorovich. Pero no se quedarán. Intentarán alquilar o vender y se irán. Otros están a la espera. Sin nada. En la huida se fueron con lo puesto. Mucho miedo y silencio todavía.

Juan ‘el Demonio’ ya fue arrestado en el 2007 por asesinar al hijo de Tony el Gitano, un cantante de rumba

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. Juan, el Demonio conduciend­o con 11 años por Can Tunis para un documental de televisión

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