Violencia
Un partido de fútbol de alevines fue suspendido hace unas semanas en un barrio de Tortosa. La interrupción de un partido de chiquillos de 11 o 12 años, fútbol base, es irrelevante en sí misma, pero quizás no lo sea tanto el motivo: el enfrentamiento a golpes en las gradas entre algunos padres de los niños de los dos equipos cuando estaba perdiendo el conjunto local. El incidente coincide en el tiempo con un anuncio de la Federación Catalana de Fútbol de Cero insultos en la grada y Prou violència al fútbol.
Lo sabemos. Son innumerables los actos de violencia en los campos de fútbol cada fin semana, aunque sólo algunos casos extremos de atropello físico o racista llegan a los medios de comunicación. No basta limitarse a los grandes estadios como el Camp Nou, Bernabeu, Wembley o Maracaná, ni a los equipos de renombre mundial. En Catalunya, en España, decenas de miles escolares que participan cada semana en partidos que no saldrán en la tele son testigos o protagonistas de los insultos, los gestos de desprecio, las agresiones contra jugadores del equipo rival.
Muchísimos padres y madres normalmente pacíficos y sensatos se convierten en energúmenos cuando asisten el sábado a los partidos en que juegan sus hijos y no pocos instan a quebrar la pierna de un contrario o vocean frases nada cariñosas alusivas a la madre del árbitro. Gran ejemplo para
Un estadio con 100.000 espectadores quizás acumule varios millones de insultos en un solo partido
sus hijos y otros menores. Ernest Hemingway, hombre amante del riesgo, escribió que sólo existían tres deportes: “Los toros, las carreras de coches y el alpinismo. El resto son simples juegos”. El fútbol parece haber pasado a deporte de riesgo. Sociólogos que analizan la violencia en el fútbol no la limitan a la agresión física. Está también la verbal (insultos, silbidos, frases de desprecio), gestual (ademanes obscenos, aplausos a acciones reprobables) y simbólica (leyendas en pancartas, bufandas, camisetas…).
No sé si algún experto habrá calculado cuántos insultos se pronuncian o gesticulan en un Barça-Madrid en el Camp Nou o en el Bernabeu a partir de la media emitida por espectador. Cierto que muchos aficionados respetan al contrario, pero otros miles de espectadores no paran de insultar desde antes del inicio del partido hasta después del final. Un estadio con 100.000 espectadores quizás acumule varios millones de insultos en un solo partido.
Aunque con otra óptica que enlaza con la jornada de ayer, día de la Mujer Trabajadora, la activista por los derechos de la mujer Charlotte Bunch escribió que “la violencia sexual, racial, de género y otras formas de discriminación en la cultura no pueden ser eliminadas sin cambiar la cultura”.
La transformación de muchas cosas debe iniciarse desde muy abajo y en temprana edad de las personas. También sobre el fútbol. Empezando por enseñar a los chicos que perder un partido tampoco es tan importante.