La Vanguardia (1ª edición)

Violencia

- Daniel Arasa

Un partido de fútbol de alevines fue suspendido hace unas semanas en un barrio de Tortosa. La interrupci­ón de un partido de chiquillos de 11 o 12 años, fútbol base, es irrelevant­e en sí misma, pero quizás no lo sea tanto el motivo: el enfrentami­ento a golpes en las gradas entre algunos padres de los niños de los dos equipos cuando estaba perdiendo el conjunto local. El incidente coincide en el tiempo con un anuncio de la Federación Catalana de Fútbol de Cero insultos en la grada y Prou violència al fútbol.

Lo sabemos. Son innumerabl­es los actos de violencia en los campos de fútbol cada fin semana, aunque sólo algunos casos extremos de atropello físico o racista llegan a los medios de comunicaci­ón. No basta limitarse a los grandes estadios como el Camp Nou, Bernabeu, Wembley o Maracaná, ni a los equipos de renombre mundial. En Catalunya, en España, decenas de miles escolares que participan cada semana en partidos que no saldrán en la tele son testigos o protagonis­tas de los insultos, los gestos de desprecio, las agresiones contra jugadores del equipo rival.

Muchísimos padres y madres normalment­e pacíficos y sensatos se convierten en energúmeno­s cuando asisten el sábado a los partidos en que juegan sus hijos y no pocos instan a quebrar la pierna de un contrario o vocean frases nada cariñosas alusivas a la madre del árbitro. Gran ejemplo para

Un estadio con 100.000 espectador­es quizás acumule varios millones de insultos en un solo partido

sus hijos y otros menores. Ernest Hemingway, hombre amante del riesgo, escribió que sólo existían tres deportes: “Los toros, las carreras de coches y el alpinismo. El resto son simples juegos”. El fútbol parece haber pasado a deporte de riesgo. Sociólogos que analizan la violencia en el fútbol no la limitan a la agresión física. Está también la verbal (insultos, silbidos, frases de desprecio), gestual (ademanes obscenos, aplausos a acciones reprobable­s) y simbólica (leyendas en pancartas, bufandas, camisetas…).

No sé si algún experto habrá calculado cuántos insultos se pronuncian o gesticulan en un Barça-Madrid en el Camp Nou o en el Bernabeu a partir de la media emitida por espectador. Cierto que muchos aficionado­s respetan al contrario, pero otros miles de espectador­es no paran de insultar desde antes del inicio del partido hasta después del final. Un estadio con 100.000 espectador­es quizás acumule varios millones de insultos en un solo partido.

Aunque con otra óptica que enlaza con la jornada de ayer, día de la Mujer Trabajador­a, la activista por los derechos de la mujer Charlotte Bunch escribió que “la violencia sexual, racial, de género y otras formas de discrimina­ción en la cultura no pueden ser eliminadas sin cambiar la cultura”.

La transforma­ción de muchas cosas debe iniciarse desde muy abajo y en temprana edad de las personas. También sobre el fútbol. Empezando por enseñar a los chicos que perder un partido tampoco es tan importante.

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