Que nada fastidie el reto
Sueño o ambición posible? ¿Entelequia o deseo cabal? El barcelonismo está ante el reto de mayor enjundia de su vida y ahora que empieza la fase decisiva para saber si los planes van a salir bien la hinchada tiene que tomar aire y prepararse para el Dragon Khan de las emociones. El Barça puede repetir triplete. Se halla en la forma adecuada para conseguirlo y en el tono anímico perfecto para ejecutar el plan sin titubeos.
Luis Enrique ha conducido al grupo hasta el escenario ideal: existe convencimiento, ganas y posibilidades, tres factores ineludibles para abordar una empresa de dificultad mayúscula. Y la mejor noticia para optar a esa gloria es que Messi, el abanderado del equipo, ha engrasado su maquinaria y exhibe jornada a jornada un apetito voraz. Él sabe que es el más grande, por mucho que los voceros de Cristiano se atrincheren en las virtudes del portugués para afear la candidatura del argentino, y por ese motivo está dispuesto a demostrarlo de nuevo a lo grande.
Ningún equipo ha ganado la Champions dos años consecutivos y tampoco ninguna escuadra ha sido capaz de cosechar dos tripletes correlativos. Es por tanto el reto a nivel de títulos más importante de la historia, capaz sólo de equipos que cuentan en sus filas con tres panteras del área y a todo un afinado instrumental que construye el juego desde la trinchera. Es evidente que gozar de una posición relevante en el inicio del tramo final de la temporada no garantiza los éxitos. No sería malo recordar todas las finales que se le escurrieron de los dedos al Madrid entrenado por Di Stéfano porque ese ejercicio equivale a un baño de humildad imprescindible. Pero este colectivo azulgrana se distingue, a diferencia de lo que evidencia la historia de la enti-
Dos Champions y dos tripletes consecutivos es el objetivo más importante de la historia del club
dad, por un instinto depredador impresionante. Las cosas se pueden torcer pero no será por falta de dedicación y de talento y, con esa entrega, será difícil que un rival sorprenda.
Con la Copa y la Liga a tiro, los esfuerzos barcelonistas se orientan por evitar la sorpresa en las eliminatorias de Champions, por evitar lesiones o por esquivar desgracias sobrevenidas. El fútbol no es una ciencia exacta pero ciertamente Messi ha dotado a su amado deporte de una precisión que ya quisiera para él un ingeniero en telecomunicaciones. Los gestores del club tienen que lograr que el clímax de ese vestuario se mantenga como está en la actualidad. No es fácil pero por el bien de la misión hay que intentarlo. Y evitar de paso que determinados deseos en forma de vacaciones improvisadas de sus figuras puedan romper la estabilidad del grupo. Se trata de que haya buen rollo pero no todo vale. Sólo así, mientras el Barça se permite el lujo de soñar a lo grande, su eterno rival tendrá que aferrarse al reto del pichichi, que a veces es lo único que se puede ganar.