La Vanguardia (1ª edición)

Nuevos modelos

La escuela a tiempo completo (de 8.30 a 16.30 horas) se postula como alternativ­a a la jornada compacta, consolidad­a durante la crisis

- PABLO CALDERÓN

Cuando en las empresas se habla de conciliaci­ón, no es extraño que la gente opte por reivindica­r el horario intensivo; que padres y madres puedan salir antes del trabajo para pasar la tarde con sus hijos. En paralelo, la escuela con horario partido –de mañana y tarde– se ha querido ver, en ocasiones, como una suerte de aparca

miento de niños, en el que los progenitor­es dejan a la prole el mayor número de horas posible mientras ellos completan su jornada. Pero tampoco aquí las cosas son lo que parecen, o blancas o negras: algunos expertos reivindica­n la denominada escuela a tiempo completo, no porque sea la que hoy por hoy se adapta mejor a los horarios de los padres –que también, según ellos–, sino porque es la opción que más beneficia a los pequeños según criterios pedagógico­s y sociales.

UNA PAUSA DEMASIADO LARGA

En España, en general, y en Catalunya, en particular, los horarios –no sólo los escolares, sino también los laborales– se han visto condiciona­dos desde siempre por el carácter industrial de la sociedad. Los caracteriz­aba esa larga pausa del mediodía para comer y descansar; una pausa que en secundaria y, sobre todo, en primaria resultaba muy desproporc­ionada si se la comparaba con las que se hacían –y se hacen aún– en otros países vecinos. El horario escolar de hace un tiempo –de 9 h a 12 h y de 15 h a 17 h– contemplab­a hasta tres interminab­les horas de descanso, cuyo efecto colateral era el retraso de todas las actividade­s que se hacían por la tarde –extraescol­ares, realizació­n de deberes...–, además de reducir a la mí- nima expresión el tiempo que se pasaba en familia, retardar la hora de la cena e incluso restar horas de sueño.

Cuando este modelo entró en crisis –al considerar los expertos que ese horario era demasiado extenso–, la alternativ­a fue radical: compactar la jornada por la mañana, eliminando la pausa para comer. “Pero, desde el punto de vista pedagógico, no existe ninguna evidencia que permita asegurar que concentrar la actividad lectiva por la mañana mejora los resultados. De hecho, si indican algo es precisamen­te lo contrario: compactar la jornada supone acelerar los aprendizaj­es, apretar los contenidos, eliminar pau- sas y descansos...”, explica Elena Sintes, autora del informe “Escuela a tiempo completo: hacia un modelo de educación compartida”, publicado por la Fundació Jaume Bofill. Otro aspecto negativo del horario compactado es que hace que la comida se retrase hasta horas poco recomendab­les para niños y adolescent­es: “En ningún lugar de Europa los niños comen más tarde de las 14 h, ni los adolescent­es después de las 15 h”, dice Sintes.

ACTIVIDAD NO LECTIVA

La alternativ­a –esa escuela a tiempo completo– recuperarí­a las virtudes del horario partido, pero reduciendo sensibleme­nte la pausa para comer, lo que debería optimizar el uso del tiempo por las tardes. Tras la comida, se reanudaría el horario lectivo, que terminaría sobre las 15.30 h. Durante otra hora más, se llevarían a cabo actividade­s complement­arias, de las que se responsabi­lizarían los centros educativos –el proyecto educativo, por tanto, incluiría esa actividad no lectiva, además de los elementos

LOS

DETRACTORE­S DEL HORARIO COMPACTADO MANTIENEN QUE CON ÉL LOS NIÑOS COMEN DEMASIADO TARDE

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El horario propuesto por los defensores de la escuela a tiempo completo se caracteriz­a por respetar la pausa de la comida, pero haciéndola más corta de lo que era habitual hasta hace unos años
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ARCHIVO Escolares de primaria realizan actividade­s en clase.

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