‘Ciberbullying’, violencia digital entre iguales
Colgar una fotografía robada de una persona en la página www.lamenospopular.com, dejar notas insultantes en Instagram, engañar y hacerse pasar por ella para ridiculizarla públicamente, amenazarla vía whatsapp, impedir que siga participando en un juego on line, etc., son algunas de las más sencillas prácticas de acoso digital.
El fenómeno del ciberbullying va cobrando, por desgracia, más fuerza pudiendo estimar su prevalencia en Educación Secundaria en torno al 7%, similar a la media europea, al mismo tiempo que se detecta una reducción en la edad de inicio. Se trata de una forma de violencia digital (ejercida en el contexto relacionado con internet) entre iguales intencionada, reiterada por quien la ejerce o quienes la replican en la red y que exige una posición de fuerza de quien victimiza sobre la víctima que en ocasiones se concreta en una mayor destreza en el manejo de las tecnologías.
Cada día hay más niñas, niños y adolescentes conectados desde más temprana edad y durante más tiempo por lo que no es de extrañar que los casos se multipliquen. Sin duda, por la gravedad de las consecuencias, la posibilidad de que ocurra y la dificultad de prevención y abordaje, el ciberacoso entre iguales es el mayor reto que afrontan niñas, niños y adolescentes en su vida on line.
Bullying y ciberbullying no van siempre de la mano, ni es siempre uno antes que el otro o viceversa, pero tienen claros nexos y sinergias. Es discutible si son dos formas de manifestación del mismo fenómeno porque depende hasta dónde se analice; existen sin duda matices.
Ente las similitudes a citar, se debe dar cierta continuidad en las acciones, por lo que un hecho aislado no es ciberacoso, al igual que una agresión o insulto ocasional no puede llamarse bullying. No obstante, sí es cierto que una acción puntual en el entorno on line puede suponer un sufrimiento prolongado durante el tiempo (ejemplo, que una imagen permanezca colgada y visible a terceros).
Sobre las diferencias, pueden indicarse dos notables. Mientras que en el
bullying puede haber un liderato manifiesto, en el ciberbullying este papel está más diluido entre quienes acosan. Por otro lado, no hace falta ser fuerte (física, psicológica o socialmente) o pretender parecerlo para acosar on line. Tampoco quien tenga alguna característica que lo diferencia de su grupo de iguales se convierte de forma necesaria en víctima potencial de ciberacoso. Incluso ocurre en ocasiones que quien sufre bullying se transforma en ciberabusón. Los perfiles de quien acecha en el espacio digital y su objetivo son más complicados de trazar.
A pesar de que no hay maltrato físico, los efectos del ciberbullying pueden ser tanto o más devastadores que los del acoso escolar tradicional pudiendo llevar, en los casos más extremos (como ya ha sucedido en varios países) al suicidio. El acoso alcanza a la víctima, sin necesidad de coincidir, ni en el lugar ni en la hora, con quien o quienes agreden. Los testigos del acecho pueden ser ahora multitud. Y no hay lugar donde esconderse.
Implicación del entorno escolar pero también de la familia, fomento de valores e impulso de las habilidades para la vida digital (empatía, asertividad y autoestima especialmente) junto con el impulso de la ciudadanía digital responsable (la infancia y la adolescencia en el centro de la intervención fomentando un clima positivo y combatiendo el silencio de los testigos) son cartas ganadoras.
En el ‘ciberbullying’ el papel del líder está más diluido entre quienes acosan No hay maltrato físico, pero sus efectos pueden ser devastadores