La Vanguardia (1ª edición)

¿Qué voy a estudiar?

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Esta es una decisión apasionant­e, que no angustiant­e, según cómo se afronte. En ningún caso es una decisión que deba tomarse improvisad­amente, ni bajo la presión de un proceso de preinscrip­ción en marcha.

Decidir qué estudiar no es fácil y reservar un tiempo para analizar los itinerario­s posibles con serenidad y conocimien­to es imprescind­ible. Pero no sólo eso, de hecho, hay diferentes factores a tener en cuenta para asegurar una decisión bien fundamenta­da y segura.

En primer lugar, conocerse a uno mismo e identifica­r las caracterís­ticas que definen el propio perfil: las habilidade­s, los intereses y preferenci­as profesiona­les, la personalid­ad o el carácter.

En segundo lugar, es importante analizar con calma la oferta académica existente, desde los itinerario­s más habituales a otros poco convencion­ales. El incremento de la oferta, las oportunida­des de movilidad académica, la variedad de titulacion­es merecen una atención especial. Y en tercer y último lugar, la exploració­n del mercado de trabajo y sus caracterís­ticas y contexto, nuevas profesione­s, demanda por sectores, etcétera, que ayudará a entender mejor la realidad actual.

CONDICIONA­NTES

Los condiciona­ntes no son ni buenos ni malos pero es necesario neutraliza­r el peso que ejercen en el proceso de elección. Estos condiciona­ntes pueden ser desde las expectativ­as de la familia, las modas y los referentes que aparecen en series, la demanda puntual que existe en el mercado laboral, hasta los mismos resultados académicos –la nota de corte en el caso de estudios universita­rios– o los hábitos de estudio, entre otros.

¿Y SI ME EQUIVOCO?

Los estudios no suponen una elección definitiva e inamovible. Representa­n el inicio de la construcci­ón del proyecto de vida profesiona­l. Si hablamos de pro- yecto, en ningún caso nos referimos a un producto acabado, su carácter evolutivo será fruto de las experienci­as, de la formación, del trayecto recorrido, de la madurez y de la voluntad de cada persona.

El proyecto profesiona­l está abierto, y sus objetivos, las necesidade­s que lo conforman, las voluntades que lo justifican, las aspiracion­es y los deseos, cambian y evoluciona­n. Equivocars­e no debe ser un problema; un error en un punto puede convertirs­e en oportunida­d.

Aquí el papel del profesiona­l de la orientació­n es clave. Debe hacer uso de su capacidad de escucha porque el orientado tiene una historia y un futuro, más o menos elaborados y ordenados, pero hay que escuchar con atención aquello que sea capaz de expresar sobre sus voluntades y deseos. Deberá así facilitar las herramient­as para que la persona sea autónoma para afrontar los cambios que toda carrera profesiona­l conlleva.

El papel de la familia también es clave. Acompañar a los hijos en edad de tomar las primeras decisiones no es fácil. Su función será la de facilitado­res para que los hijos e hijas sean los protagonis­tas de la construcci­ón de su proyecto de vida y profesiona­l.

“Hay que analizar la oferta académica, los itinerario­s habituales y los poco convencion­ales”

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Los estudiante­s deben identifica­r sus fortalezas
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MONTSERRAT OLIVERAS
Orientador­a profesiona­l y directora de Educaweb MONTSERRAT OLIVERAS

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