¿Qué voy a estudiar?
Esta es una decisión apasionante, que no angustiante, según cómo se afronte. En ningún caso es una decisión que deba tomarse improvisadamente, ni bajo la presión de un proceso de preinscripción en marcha.
Decidir qué estudiar no es fácil y reservar un tiempo para analizar los itinerarios posibles con serenidad y conocimiento es imprescindible. Pero no sólo eso, de hecho, hay diferentes factores a tener en cuenta para asegurar una decisión bien fundamentada y segura.
En primer lugar, conocerse a uno mismo e identificar las características que definen el propio perfil: las habilidades, los intereses y preferencias profesionales, la personalidad o el carácter.
En segundo lugar, es importante analizar con calma la oferta académica existente, desde los itinerarios más habituales a otros poco convencionales. El incremento de la oferta, las oportunidades de movilidad académica, la variedad de titulaciones merecen una atención especial. Y en tercer y último lugar, la exploración del mercado de trabajo y sus características y contexto, nuevas profesiones, demanda por sectores, etcétera, que ayudará a entender mejor la realidad actual.
CONDICIONANTES
Los condicionantes no son ni buenos ni malos pero es necesario neutralizar el peso que ejercen en el proceso de elección. Estos condicionantes pueden ser desde las expectativas de la familia, las modas y los referentes que aparecen en series, la demanda puntual que existe en el mercado laboral, hasta los mismos resultados académicos –la nota de corte en el caso de estudios universitarios– o los hábitos de estudio, entre otros.
¿Y SI ME EQUIVOCO?
Los estudios no suponen una elección definitiva e inamovible. Representan el inicio de la construcción del proyecto de vida profesional. Si hablamos de pro- yecto, en ningún caso nos referimos a un producto acabado, su carácter evolutivo será fruto de las experiencias, de la formación, del trayecto recorrido, de la madurez y de la voluntad de cada persona.
El proyecto profesional está abierto, y sus objetivos, las necesidades que lo conforman, las voluntades que lo justifican, las aspiraciones y los deseos, cambian y evolucionan. Equivocarse no debe ser un problema; un error en un punto puede convertirse en oportunidad.
Aquí el papel del profesional de la orientación es clave. Debe hacer uso de su capacidad de escucha porque el orientado tiene una historia y un futuro, más o menos elaborados y ordenados, pero hay que escuchar con atención aquello que sea capaz de expresar sobre sus voluntades y deseos. Deberá así facilitar las herramientas para que la persona sea autónoma para afrontar los cambios que toda carrera profesional conlleva.
El papel de la familia también es clave. Acompañar a los hijos en edad de tomar las primeras decisiones no es fácil. Su función será la de facilitadores para que los hijos e hijas sean los protagonistas de la construcción de su proyecto de vida y profesional.
“Hay que analizar la oferta académica, los itinerarios habituales y los poco convencionales”