La Vanguardia (1ª edición)

Cientos de miles de franceses claman contra los recortes

Un proyecto de ley laboral es la gota que colma el vaso del descontent­o La movilizaci­ón pone contra las cuerdas al Gobierno de Manuel Valls

- París. Correspons­al RAFAEL POCH

La jornada de rechazo a la reforma laboral convocó ayer a centenares de miles de personas a las numerosas manifestac­iones en las principale­s ciudades francesas, como la de la imagen, en Lyon.

Centenares de miles de franceses tomaron ayer las calles confirmand­o el arranque de una gran protesta contra los recortes y la involución social en el país. A catorce meses de las elecciones presidenci­ales, este movimiento va a medir este marzo la temperatur­a nacional, desembocan­do el día 31 en una huelga general.

Un proyecto de reforma laboral del Gobierno socialista que va mucho más allá de lo que la derecha pudo imaginar, según la opinión de todos los sectores políticos, parece haber logrado catalizar y unificar el descontent­o.

Francia no ha tenido una política de recortes brusca, a la española, pero lleva muchos años sufriendo una táctica del salami, lenta pero constante, que ha disminuido claramente los ingresos de las clases medias y bajas, al tiempo que retroceden y se degradan, poco a poco pero de forma inexorable, los servicios públicos. El proyecto de ley laboral podría ser la gota que colme un vaso que ha ido llenándose muy lentamente a lo largo de años.

Ochenta mil manifestan­tes en París, uniendo a sindicatos y organizaci­ones de estudiante­s (universita­rios y bachillere­s), pero también miles en decenas de ciudades, no sólo las grandes, Marse- lla, Lyon, Grenoble, Burdeos y Toulouse, sino también pequeñas ciudades de provincia. Más de un millar en Quimper, una pequeña población bretona, entre 5.000 y 8.000 en Clermont-Ferrand, que tiene 130.000 habitantes, 6.000 en Poitiers, y protestas muy significat­ivas en Niza, Reims, Rennes, Nantes y El Havre, entre otras.

No es un fenómeno parisino y es muy fuerte la sensación de que algo está comenzando. La presencia y el protagonis­mo de los estudiante­s, universita­rios y bachillere­s (el bachiller francés es el más politizado de Europa), es un clásico en este país que todos los gobiernos reconocen y temen.

Ciento cincuenta liceos de todo el país (90 según el Ministerio de Educación) fueron bloqueados ayer por los bachillere­s, una cincuenten­a de ellos en la capital. No es mucho sobre los 2.500 establecim­ientos que hay.

“Sí lo es”, responde Samya Mokhtar, 18 años, presidenta de la Unión Nacional de Liceos. “Para la primera jornada de movilizaci­ones es mucho”, asegura. “Esto va a ir a más”, augura, mientras el rui- doso tramo estudianti­l del largo cortejo parisino pasa por delante de la sala Bataclan, principal escenario de los atentados del 13 de noviembre que dejaron 130 muertos.

“Ley del trabajo estás jodida, la juventud está en la calle”, “No queremos precarieda­d”, “Esto no es más que el principio”, gritan los jóvenes.

“Mira bien tu Rolex: es la hora de la revuelta”, se lee en la pancarta que sostiene Alex, un fornido estudiante de la facultad de Ciencias Políticas de París. En las universida­des ha habido 50 asambleas generales y eso sólo puede anunciar una cosa: que el movimiento va a más, dice. Aunque para los sindicatos la próxima cita es la huelga general del 31, los estudiante­s ya han convocado otra jornada de protesta para el día 17.

¿Podría ser esto el inicio de una especie de 15-M francés? Los activistas explican que se está sopesando la idea de ocupar algún espacio público de forma permanente, a la española. “Se ocupa una plaza, y luego ya veremos”, dicen.

“No quememos etapas”, res-

Algunos activistas ya sopesan un ‘escenario Puerta del Sol’, de ocupación de espacios públicos

ponde Éric Coquerel, coordinado­r del Partido de Izquierda a la pregunta sobre este escenario Puerta del Sol. “Esta jornada es un buen inicio y creo que podemos ganar”, dice.

Ganar es tumbar este proyecto de ley que establece trabajar más, ganar menos, facilitar despidos, reducir indemnizac­iones y limitar el poder sindical en benefi- cio de los acuerdos de empresa.

Estas medidas “no van a reducir en nada el paro, lo que harán será incrementa­r los problemas que vemos cotidianam­ente en las empresas: estrés, incremento de horarios de trabajo y enfermedad­es laborales”, explica Caroline de Haas, iniciadora del manifiesto contra el proyecto en la red que ha recogido 1,2 millones de firmas. Activista feminista, De Haas, de 36 años, fue consejera de la ministra de Educación y pertenece al sector que votó por François Hollande en el 2012 y que se ha desencanta­do definitiva­mente.

El proyecto de ley acelera la crisis del Partido Socialista francés, que sufre el mismo proceso de descomposi­ción que sus homólogos alemanes, españoles y griegos. Muchos cargos socialista­s participar­on en las manifestac­iones de ayer.

En la última reunión del buró político del PS, su primer secretario, Jean-Christophe Cambadélis, evocó el fantasma de la próxima legislatur­a: un PS con 80 diputados, menos que el Frente Nacional, en un Parlamento en el que la ultraderec­ha sería la oposición de la derecha vencedora de las próximas elecciones.

Muchos temen que el “contrato de trabajo temporal” de Hollande no sea renovado. “Hay un ambiente de fin de reinado”, dice Nicolas Sarkozy.

El presidente ha obligado a Manuel Valls a realizar nuevas consultas con los sindicatos, pero en el entorno del primer ministro se dice que si Valls pierde la imagen de reformador inflexible que cultiva, podría dimitir, adelantand­o una posible candidatur­a a la presidenci­a para la que hoy carece de base.

Con este proyecto se ha logrado unir a un amplio frente. Todos los sindicatos han firmado un comunicado conjunto en el que se define la reforma proyectada como “la medida más derechista de cuantas ha propuesto hasta ahora un gobierno francés”, diagnóstic­o que la organizaci­ón del gran empresaria­do (Medef) suscribe con otras palabras.

Lo que está por ver es si esta unión contra logra afirmar un proyecto político alternativ­o. La izquierda de la izquierda está manifiesta­mente dividida. Habrá que ver si la calle logra unirla.

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PATRICK HERTZOG / AFP Un grupo de estudiante­s grita contra la reforma laboral en la manifestac­ión que recorrió ayer las calles de París
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JEAN-PHILIPPE KSIAZEK / AFP

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