El precio de la excelencia

LA novelista estadounidense Pearl S. Buck (premio Nobel de Literatura en 1938) fue también una activista por los derechos humanos. Una de sus frases figura a menudo en los libros de coaching: “El secreto de la alegría en el trabajo está contenido en una palabra: excelencia. Saber cómo hacer algo bien es disfrutarlo”. La realidad nos demuestra que conseguir la excelencia no siempre comporta la felicidad. Los expertos consideran que la presión que se exige para obtener los mejores resultados resulta un arma de doble filo. No todas las personas aguantan la misma presión, un estrés parecido o un alto nivel de exigencia. Pero es evidente que hay que intentar que el esfuerzo y la disciplina formen parte de nuestra vida. Y eso vale tanto para el deporte como para el trabajo.

El equipo de natación sincronizada de España ha ido dando pasos atrás desde que despidió a Anna Tarrés hace poco más de tres años. Ella supo llevar a este deporte a los escalones más altos del podio, acumulando medallas, pero una mala relación con el presidente de la federación y las quejas de algunas de las jóvenes deportistas por su excesiva presión la apartaron de las piscinas. Ahora, como preparadora del equipo de Ucrania, ha dejado fuera a la natación sincronizada española, que ni siquiera estará en Río.

Sin entrar en polémicas, está claro que el deporte de élite, así como el trabajo especializado, conlleva un estrés que, bien gestionado, puede ser clave para el triunfo. Hay que saber medir intensidad y volumen, y estimular comportamientos. Anna Tarrés escribió un libro ( Quan no n’hi ha prou amb ser la millor) donde explicaba: “La excelencia es fruto de trabajar con ganas, de intentar mejorar, de pagar el precio justo. De la voluntad de disciplinarse, de responsabilizarse, de aprender a comunicarse. Y, lo más importante, las incertidumbres han de abordarse de cara, sin dar la espalda, sin miedos y con sinceridad y valor”. Así de claro.