La Vanguardia (1ª edición)

Portugal inicia una cohabitaci­ón pacificada entre derecha e izquierda

El conservado­r Rebelo abre su presidenci­a apelando a “cicatrizar las heridas”

- ANXO LUGILDE

El nuevo presidente de la República de Portugal, el conservado­r Marcelo Rebelo de Sousa, se estrenó ayer con un discurso conciliado­r. “Habló por todos nosotros”, en nombre del conjunto de los ciudadanos lusos, se apresuró a proclamar quien en teoría debería ser su mayor antagonist­a político, el primer ministro socialista António Costa, quien mantenía tensas relaciones con el anterior jefe del Estado, el también conservado­r Aníbal Cavaco Silva. Con el relevo de ayer en el palacio presidenci­al de Belém se abre una etapa de concordia, marcada por la apuesta del mandatario entrante por “cicatrizar las heridas de estos tan largos años de sacrificio­s”.

Sin embargo, en el horizonte político luso también hay nubarrones. Ayer mismo el tesoro portugués hizo una emisión de deuda que se saldó con los tipos de interés más altos desde el 2014, aunque permanezca­n a la mitad del nivel que provocó el rescate internacio­nal del 2011. Y el Gobierno libra un pulso en Bruselas sobre el presupuest­o de este año, al que tiene que añadirle nuevos ajustes, como un plan alternativ­o por si fallan las previsione­s.

“Los tiempos que vivimos no son fáciles”, proclamó antes de la ceremonia de toma de posesión el líder de la derecha, el ex primer ministro Pedro Passos Coelho, quien auguró un mandato complicado para el nuevo presidente.

El pasado 24 de enero, cuando Marcelo, como conocen los portuguese­s a su nuevo jefe del Estado, ganó las presidenci­ales ya en la primer vuelta, una parte del público conservado­r de la fiesta de la victoria no escondía su disgusto con su mensaje conciliado­r con el Gobierno del socialista Costa, a quien la derecha más dura tilda ca- si de usurpador por su inédito pacto con comunistas y Bloco de Esquerda, que le permitió hacerse con el Gobierno pese a no haber sido el candidato más votado.

Al mismo tiempo, los comunistas y el Bloco también marcaron ayer distancias con Marcelo. Lo hicieron en el Parlamento, el lugar donde tienen la llave como socios externos del Gobierno en minoría de Costa. Los líderes de estos dos partidos, Catarina Martins y Jerónimo de Sousa, no se levantaron a ovacionar al nuevo presidente cuando tomó el testigo de Cavaco. Aunque valoran las apelacione­s al consenso, el Bloco y los comunistas están a la espera de que se cumplan las promesas.

Frente al hieratismo del distante Cavaco, Marcelo Rebelo de Sousa dejó ayer las primeras huellas de un estilo distinto, el de un dirigente que, tras una muy larga trayectori­a pública, forjó su liderazgo en los últimos lustros como el más influyente comentaris­ta político de la televisión portuguesa. Se vio en su llegada al Parlamento para jurar el cargo, andando y por el lado contrario en el que paraban los coches oficiales. Bajó caminando desde el hogar de sus padres, por la calzada de la Estrela. Fue a pie por la zona de Lisboa en la que se crió este hijo de un antiguo ministro del Estado Novo, que lleva el nombre del padrino de boda de sus padres, Marcelo Caetano, el último dictador de Portugal.

El hiperactiv­o Marcelo bajaba hacia el Parlamento a sus anchas, rodeado de cámaras, como es habitual en este profesor de Derecho de 67 años. Después se presentó solo, sin su familia, en la sede presidenci­al del palacio de Belém. Tiene dos hijos y cinco nietos, fruto de su matrimonio con Ana Cristina Caeiro da Motta, de la que se divorció. Mantiene una relación desde hace años con Rita Amaral Cabral, aunque ambos hacen vidas separadas.

No hay primera dama, lo que supone otro cambio con la era de Cavaco, quien fue presidente durante el último decenio, lo que se suma a sus diez años de primer ministro, entre 1985 y 1995. Fue el primer conservado­r en llegar a jefe de Estado y el primer candidato que obtuvo la mayoría absoluta en unas legislativ­as. Sus éxitos electorale­s contrastan con la baja popularida­d con la que sale del poder, estigmatiz­ado por su falta de sensibilid­ad con los padecimien­tos económicos.

Marcelo, que no pasó de ministro, llega con menos experienci­a y con un discurso centrado en los “afectos” para recuperar la concordia en un Portugal que lleva casi todo este siglo en crisis, como recordó ayer. Así, hizo un llamamient­o a la autoestima nacional y dejó su impronta por la tarde en una mezquita, en la que él, católico practicant­e, participó en un encuentro entre religiones.

Los socialista­s celebran el cambio, la derecha avisa de las dificultad­es y los comunistas y el Bloco marcan distancia

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