La Vanguardia (1ª edición)

Investir, gobernar y reformar

- Lluís Foix

Los tempos en política son flexibles hasta que los calendario­s fijan las fechas y las votaciones previstas. La esencia de la política, decía Harold Macmillan, es el “timing”, el hacer las cosas cuando están previstas, a su tiempo, una detrás de otra.

Tras las elecciones del 20 de diciembre y dos meses y medio después de negociacio­nes para construir una mayoría en el Congreso, el contador corre sin detenerse. O hay investidur­a o las elecciones se repetirán inexorable­mente el 26 de junio.

Todos los contactos se mueven en el circuito del corto plazo en un intento inútil y complejo de cuadrar círculos para conseguir la investidur­a. El ser proclamado presidente es la prioridad para salir del tiempo muerto que desconcier­ta a la opinión pública. La investidur­a no es lo más difícil. Se trata de una votación mayoritari­a en primera o en segunda vuelta.

Pero la situación requiere algo más que una investidur­a forzada por el acuerdo de fuerzas con ideas y programas contrapues­tos. Un pacto de investidur­a no es un cheque en blanco para que el futuro presidente ejerza su cargo al margen de los apoyos que le cata-

Si no se retiran los líderes que más votos perdieron, la investidur­a se presenta tan difícil como inútil

pultaron a la Moncloa. El pacto incluye la gobernabil­idad en la legislatur­a. Pedro Sánchez y Albert Rivera han jugado con un cierto entusiasmo la primera eliminator­ia y la han perdido.

El bombo del nuevo sorteo está dando vueltas y vueltas hasta que un emparejami­ento consiga una mayoría. Quedan muchas semanas de negociacio­nes abiertas y secretas. Si no se alcanza un acuerdo entre el Partido Popular, el PSOE y Ciudadanos, será complicado superar la investidur­a. Y no digamos ya la formación de un gobierno estable y duradero.

La cuestión está en los personalis­mos. Ninguno de los cuatro líderes pondera la posibilida­d de dar un paso atrás. Con las cartas boca arriba en las negociacio­nes en curso, el primero que debería retirarse es Mariano Rajoy. Es cierto que quedó como primera fuerza en las elecciones. Pero con su victoria no consigue nada debido a la soledad que ha ido construyen­do en los últimos años de mayoría absoluta. Todavía cree que puede gobernar por su cuenta.

Pedro Sánchez no está en mejores condicione­s después de haber fracasado en su primer intento. Si diera un paso atrás, también facilitarí­a una investidur­a y una coalición amplia que podría acometer las reformas necesarias –la territoria­l entre ellas– y salir de la interinida­d actual.

Si no se apartan los que más votos perdieron en las elecciones –Rajoy y Sánchez–, es improbable que haya investidur­a y que se forme un gobierno sólido. No está escrito en parte alguna que unas nuevas elecciones repitieran más o menos los resultados de diciembre. El electorado no tiene por qué pronunciar­se por un nuevo estancamie­nto político. Si los personalis­mos no ceden, iremos a las urnas en junio.

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