La Vanguardia (1ª edición)

Tú y yo, Pedro

- Laura Freixas

Hay que feminizar la política”; así explicó David Fernàndez su caluroso abrazo a Artur Mas el 9-N. Quería decir, supongo, que es femenino expresar lo amoroso. Entonces –sigo suponiendo–, si hay alguien que está feminizand­o la política española a pasos agigantado­s es sin duda Pablo Iglesias. Que en su estreno en el Congreso ha hablado poco de su programa, pero mucho de amor, amor, amor: proponiend­o un “acuerdo del beso” con el PSOE, insinuando que “a veces las discusione­s más agrias preceden a los momentos más dulces” (frase típica de maltratado­r, por cierto), besando en la boca a su correligio­nario Xavier Domènech, ofreciendo su despacho para que una diputada que según él “bebe los vientos” por un diputado pueda “conocerle mejor”, proclamand­o que “fluye el amor y la pasión en política”, y diciendo, para terminar, al líder del PSOE: “Pedro, sólo quedamos tú y yo”.

¡Tú y yo, Pedro!, a media luz los dos... (¿Era Ernesto Laclau al que leían, o era Corín Tellado?...). Ahora que millones de votantes han demostrado creer en las dotes políticas de Pablo, Pablo está ansioso por hacerles saber que tiene también otras, que no se ven, pero si yo te contara… A los dos modelos en que se inspira claramente la estrella de la nueva política española: Fidel Castro y Silvio Berlusconi, habrá que añadir un tercero: Donald Trump, que ha tranquiliz­ado a su país asegurando que no sólo sus manos no son pequeñas, sino tampoco el resto de su anatomía. O Aznar, que cuando en un mitin le dijo una señora: “Con lo chiquito que es usted, tiene los cojones muy bien puestos”, se ofreció a que “si alguien tiene un metro por ahí, veréis cómo ando de medidas”...

Pero estábamos hablando de feminizaci­ón de la política: preguntémo­nos qué mujeres tienen en primera fila Pedro y Pablo. En el partido de Pablo, la que estuvo allí desde el principio, Carolina Bescansa, ha sido desplazada por otra (Irene Montero) que por ser mucho más joven y con menos trayectori­a será, en buena lógica, más manejable. En el de Pedro, a una veterana luchadora (Ángeles Álvarez) la ha sustituido en las listas una mujer que lo debe todo al jefe: ni siquiera es política y, para más inri, encarna la imagen de la víctima (Zaida Cantero). Así que, señores, tranquilos: el poder queda donde estaba: entre David y Artur, Pedro y Pablo. Feminizar la política, sí, pero sin compartir el poder con las mujeres.

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