La Vanguardia (1ª edición)

Un faro en la noche

Otro local con solera que se traspasa: el Jordy’s Cocktail, que llevó al Eixample el ‘espíritu Boadas’

- D. MARCHENA Barcelona

No es verdad que todos los catalanes guardaran cava en la nevera para cuando muriese Franco. Muchos lo celebraron en el Boadas. “¡Cómo trabajamos aquel día!”, recuerda Jordi Paredes, de 72 años, que se jubiló hace tres, aunque sigue siendo un barman reverencia­do en Barcelona y el alma máter del Jordy’s Cocktail, que en 1985 llevó a la calle Casanova, 91 el espíritu Boadas de la Rambla. El local se traspasa porque la esposa de Jordi, Alicia Bosch, y su socio, Juan Ontoria, que han seguido hasta ahora con el negocio, quieren jubilarse más pronto que tarde.

La coctelería está en una zona pródiga en bazares asiáticos y bares de toda la vida que ahora regentan catalanes de origen chino. Así son estos tiempos, también pródigos en herejías, como el papanatism­o que hoy reina sobre el gin-tonic (que en algunos unos sitios parece una ensalada más que un combinado) y, peor aún, los insalubres mojitos que los pakistaníe­s venden en verano en la Barcelonet­a.

Más de 50 años detrás de una ba- rra. Ahora es difícil de asumir, pero Jordi comenzó a trabajar con trece años, en el Milán, un bar-restaurant­e y salón de té. Luego recaló en infinidad de negocios. Y, por fin, en el Boadas, donde estuvo 16 años y lo aprendió todo gracias a María Dolores Boadas, de la que habla maravillas y hoy desgraciad­amente muy delicada de salud. No sabe cuántas recetas conoce, pero ella se las enseñó todas. Y algo también muy importante: que el barman escucha y ve, pero enmudece, aunque llegado el momento puede ser un confesor o un psicólogo.

El cronista callará los nombres de los políticos de primera fila –alguno, vecino del barrio– que ha visto aquí. Pero el Jordy’s sigue de momento abierto. Ya podría haber sido traspasado de no ser por la condición sine qua non que han impuesto sus propietari­os: que continúe siendo lo que es, un faro en la noche, un refugio de noctámbulo­s irredentos y un salvavidas para corazones rotos. Una coctelería.

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Alicia Bosch, que ahora también se jubila, junto a su marido

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