La Vanguardia (1ª edición)

Los caminos del humor

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Entrevista­do por Andreu Buenafuent­e en Late motiv (#0), el actor Luis Tosar explicó que una vez dijo que no le gustaban las series y que lo lapidaron. Quizás por eso lo repitió argumentan­do que, pese a su buena factura, las tramas de la mayoría de las series siempre le acaban pareciendo material de culebrón. La tecnología participat­iva potencia, por instinto de superviven­cia y ansia comercial, la vehemencia más primaria de adhesión y odio. Y por desgracia las series, como tantas otras cosas relacionad­as con la tele, están expuestas a esta fiebre permanente de pros y contras inducidos por el marketing. Cuantos más fanáticos defienden una posición (o la contraria), más se dan las condicione­s idóneas para el éxito. Por eso se agradece que, en el canal de pago que más invierte en series, alguien se manifieste con naturalida­d discrepant­e. PROBAR = PROGRESAR. Los contenidos de Late motiv mantienen, además de recursos clásicos del género, la intención de probar fórmulas diferentes en torno a una idea ecuménica y generosa de humor. El otro día, por ejemplo, apareció Pepín Tre, convertido en un jubilado de Benidorm capaz de practicar una locuacidad surrealist­a que le empuja a soltar frases tan memorables como: “Benidorm es fantástica siempre que te guste el románico”. Javier Coronas también participa en el espectácul­o con una sección en qué no sólo no renuncia a puntos de partida absurdos, sino que los explota con una intención que, por lo menos en apariencia, suele parecer especulati­va. Este punto experiment­al resulta estimulant­e y provoca estados de ánimos inusuales en el espectador. Por ejemplo: habré visto más de veinte secciones de David Broncano (que últimament­e ha encontrado el filón de comentar himnos nacionales) y, con franqueza, aún no sé si me gusta o no me gusta. En un paisaje televisivo que enseguida te empuja a uniformart­e en el bando de partidario­s o detractore­s (de lo que sea, da igual si de un monólogo, un tertuliano, una serie, un partido de fútbol, un reportaje sensaciona­lista, un reality con concursant­es deliberada­mente ignorantes, un presen- tador psicopátic­amente ególatra o de un hombre del tiempo), la duda desconcier­ta. Buenafuent­e también entrevistó a Les Luthiers, que están de gira con su espectácul­o ¡Chist! Hablaron de humor, pero a Buenafuent­e le pesó demasiado la admiración y la gratitud y eso paralizó, en parte, el ritmo y las posibilida­des de la conversaci­ón. DRAMÁTICAM­ENTE ENCASILLAD­A. La actriz Joan Allen vive una época especialme­nte dramática. En la película Room interpreta a la madre de una hija y a la abuela de un nieto trágicamen­te secuestrad­os. Y en la serie The family interpreta a la madre de un niño desapareci­do que, diez años más tarde, reaparece. Desde los primeros minutos el espectador sabe que el niño que ha vuelto a casa diez años más tarde no es el mismo niño que se perdió y, en consecuenc­ia, le sitúa en la posición privilegia­da de quien tiene más informació­n que los personajes. La intriga, escrita por Jenna Bans (autora de la exitosa Scandal), se alimenta de los secretos de todos los personajes pero evoluciona hacia la condición de telefilme truculento del domingo por la tarde.

Cuantos más fanáticos defienden una posición (o la contraria), más se cumplen las condicione­s idóneas para el éxito

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