La Vanguardia (1ª edición)

Houston, ni con pegamento

- Juan Antonio Casanova

Mientras cuenta los días que faltan para que Golden State Warriors (66 victorias y 7 derrotas) rompa el récord histórico de Chicago Bulls (72-10 en la temporada 95-96), la NBA se entretiene con la última ocurrencia de Dwigth Howard, el pívot de Houston Rockets. Hace unos días, Paul Millsap, de Atlanta Hawks, reparó en que el balón estaba extrañamen­te pegajoso cuando iba a lanzar un tiro libre. “No podía separarlo de las manos. Es lo más raro que me ha pasado nunca”, explicó. Los árbitros cambiaron la pelota y confiscaro­n un frasco de un producto que Howard había ido a buscar al banquillo para aplicarlo sobre ella. Luego resultó ser de Stickum, un adhesivo utilizado por los saltadores de pértiga y también por muchos jugadores de fútbol americano para mejorar la retención del balón ovalado, aunque la NFL lo prohibió oficialmen­te en 1991.

Lo que no está claro es qué utilidad puede tener para un jugador de baloncesto. Tal vez por eso la NBA se ha limitado a recordar a todos los clubs que su uso es ilegal, sin adoptar ninguna medida más que una advertenci­a contra Howard a pesar de su confesión de que lo utilizaba en todos los partidos, al mismo tiempo que se sorprendía por el revuelo y declaraba que “no soy un tramposo, un jugador que necesita hacer algo ilegal para ganar”.

¿Querría el pegamento para que no se le escapen los rebotes, faceta en la que destaca y es el tercero de la liga, con 11,9 por encuentro? Desde luego, no para mejorar en los tiros libres, donde acumula un paupérrimo 56,8% de acierto a lo largo de su carrera, con la peculiarid­ad de que va de mal en peor: 67,1% en su primera campaña y 49,9% en la actual. A eso se le llama trabajar para mejorar los puntos débiles.

Pero ni con pega se unen los Rockets esta temporada, en la que no llegan al 50% de victorias (36-38) y no tienen ni mucho menos asegurada su presencia en los playoffs, cuando el año pasado acabaron con un espléndido balance de 56-26 y llegaron hasta la final de conferenci­a. Un tremendo bajón que no es fácil de explicar en un equipo que mantiene a todos sus jugadores importante­s, incluyendo al mejor escolta de la NBA (James Harden) y a uno de los mejores pívots (el citado Howard) y que aún se entiende menos si se recuerda que éste último se perdió exactament­e la mitad de los partidos de la primera fase el año pasado.

¿Qué está pasando pues? A Harden, desde luego, no se le puede echar ninguna culpa. Ésta es su mejor temporada en puntos (28,6, segundo de la liga), asistencia­s (7,5, sexto y el mejor excluyendo a los bases) y rebotes (6,4). Pero es que todo lo demás han sido problemas. Des- de antes de empezar, pues el fichaje en teoría más importante, el del base Ty Lawson, fue en realidad un desastre. Se ha quedado en un tercio de sus puntos habituales y el pasado día 1 se le rescindió el contrato.

Al entrenador, Kevin McHale, le echaron después de 11 partidos (4-7) y su sucesor, J.B. Bickerstaf­f, no ha conseguido recuperar la química necesaria, a pesar de las numerosas reuniones entre los jugadores. Química especialme­nte difícil alrededor de Howard, dentro y fuera de la pista. Superman no se entiende con Harden, ha perdido peso en los sistemas ofensivos y esta es la segunda

Los Rockets no tienen un puesto asegurado en los playoffs pese a mantener el equipo del 2015

peor temporada de su carrera en puntos (14,1) y la tercera peor en rebotes (11,9) y tapones (1,6). Estaban decididos a traspasarl­e, pero nadie se ha atrevido con los 21 millones de euros de su cláusula opcional para la próxima temporada. Y no parece que sus juegos con la pega vayan a ayudarle.

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