Melilla, el último refugio
Una vía de escape para los homosexuales marroquíes. El ejecutivo de la ciudad autónoma de Melilla ha concedido asilo político por motivos sexuales al menos a 77 ciudadanos marroquíes, 75 el año pasado y dos en lo que va de 2016, según una información publicada por el diario Assaham. En Marruecos el artículo 489 del Código Penal castiga con hasta tres años de cárcel a quien practique “sexo contra natura con individuos de su mismo sexo”. Se calcula que desde la independencia del país unos cinco mil ciudadanos, la inmensa mayoría hombres, han sido juzgados en base a este artículo, extranjeros incluidos.
A los solicitantes de asilo en Melilla les ampara una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE, según la cual los países miembros pueden dar asilo a personas que huyan de su país a causa de su orientación sexual, siempre y cuando se enfrenten a penas de muerte o cárcel en sus países de origen.
Entre las personas que han solicitado el asilo político en Melilla varios han partido hacia otros países europeos, especialmente los Países Bajos, después de haber obtenido los documentos que les permiten viajar libremente por la Unión Europea. En Melilla está en vigor la decisión de un tribunal español que impide que se interrogue a los homosexuales que huyen de sus países y solicitan asilo político. Basta con que declaren su condición para que se les otorgue el asilo, aunque cuestión diferente es el tiempo que lleva conseguirlo.
Hace algo más de una semana dos jóvenes homosexuales fueron brutalmente agredidos con navajas en el interior de una casa de Beni Mellal, en el centro de Marruecos, por cinco individuos vecinos de su mismo barrio. Los medios de comunicación digitales del reino se hicieron eco de las imágenes en las que se podía apreciar cómo los dos jóvenes aparecían totalmente ensangrentados, mientras los agresores trataban de quitarles la sábana que les cu- bría y después los sacaban desnudos a la calle.
En lugar de perseguir a los asaltantes, defensores de los derechos humanos en Beni Mellal confirman que una de las víctimas ha sido condenada a cuatro meses de prisión por “intercambio de golpes” y no por “homosexualidad”, mientras que la segunda víctima también ha debido comparecer ante el tribunal de primera instancia, sin que se conozcan las acusaciones vertidas contra él. Mientras tanto, los agresores permanecen libres.
No es el único caso en un país donde estas agresiones no suelen denunciarse. A finales de junio un joven, al parecer travesti, estuvo a punto de ser linchado por una turba en Fez. Lo rodearon. Llevaba un vestido blanco. Le propinaron una lluvia de patadas y puñetazos. Dos personas han sido detenidas por estos hechos, pero el ministro de Justicia marroquí, Mustafá Ramid, al tiempo que aseguraba que “se perseguirá a los culpables”, también atacó a las víctimas al señalar que “estas personas (los homosexuales) no deben provocar a la sociedad”.
La víctima afirma que la agresión comenzó de madrugada cuando el taxista que le transportaba le hizo bajarse del coche al grito de janit, un término peyorativo. “El taxista provocó el ataque. Yo no lo incité ni me lo merezco. Soy como cualquier otra persona”, manifestó el agredido.
De momento, y pese a las manifestaciones de modernidad del Gobierno marroquí, el Ejecutivo de Benkirán no tiene intención de modificar el Código Penal en lo que se refiere a la homosexualidad, pese a los llamamientos de diversas organizaciones internacionales como Human Rights Watch. El ministro Ramid insiste en que “no se va a permitir que la gente imponga su justicia, pero los homosexuales no deben provocar a la sociedad porque la sociedad es así”.
En junio pasado la Policía marroquí detuvo a dos activistas francesas de Femen por besarse con los pechos al descubierto en un conocido monumento de Rabat, la Torre Hasan, muy visitado por los turistas. Un acto provocado para protestar por la situación de los homosexuales en el país.
La homofobia de la clase dirigente marroquí llegó a su extremo más ridículo hace ahora un año cuando el director del popular periódico Al Massae aseguró en un artículo que había descubierto “el arma secreta para que Marruecos pueda recuperar Ceuta y Melilla”. En opinión de Abdalá Damoun, “no hay que llorar demasiado por el aumento de la homosexualidad creciente entre los soldados españoles, sino que hay que alentarles porque ello puede propiciar una ocasión única para reconquistar Ceuta y Melilla”. Para Damoun, los soldados españoles están hoy muy lejos de los estándares de virilidad “que les adornaban no hace mucho”.
Son pocas las organizaciones y los abogados dispuestos a defender a los homosexuales en Marruecos. Y cuando lo hacen, se niegan a plantear ante los tribunales una defensa clara y radical en favor del derecho a elegir opción sexual. Sus argumentos se centran básicamente en negar que sus patrocinados estuvieran cometiendo delito alguno al ser detenidos.
“En este país no se admite el derecho a la diferencia”, asegura la abogada Jadiya Rogani, que defendió a dos jóvenes que fueron acusados de besarse en público. Los dos fueron condenados a cuatro meses de prisión y al pago de una multa de 500 dirhams (unos 48 euros).
La situación empeora cuando los hechos se producen en zonas alejadas de la costa atlántica, como fue el caso de Beni Mellal, en el interior del país. En 2007 un equipo de abogados defensores desplazado desde Rabat tuvo que asumir la defensa de los participantes en una boda homosexual celebrada en la localidad de Alcazarquivir (norte de Marruecos) porque fue imposible encontrar a abogados de la zona que estuvieran dispuestos a ejercer el derecho de defensa.
La reprobación de la homosexualidad está presente en todas las religiones del Libro (la Biblia, el Corán y la Torá) al relatar la historia de Lot en Sodoma, ciudad en la que sus habitantes “se allegaban a los hombres en lugar de a las mujeres”, por lo que fueron castigados por Dios con una lluvia de fuego, que terminó con la mujer de Lot convertida en estatua de sal cuando, contraviniendo las indicaciones divinas, se volvió para mirar lo que estaba sucediendo.
En el siglo XIX Marruecos, especialmente la ciudad de Tánger, se convirtió en un paraíso del turismo homosexual. Paul Bowles escribió sobre sus experiencias, lo que atrajo a otros intelectuales y escritores, desde Truman Capote hasta Tennessee Williams pasando por Allen Ginsberg, William Burroughs o Gore Vidal. Con la reincorporación de la ciudad libre de Tánger al reino de Marruecos, el país entero se convirtió entonces en destino preferido de homosexuales ricos o famosos como Roland Barthes, Michel Foucault, Yves Saint Laurent, Francis Bacon o Jean Genet.
Al menos 77 homosexuales marroquíes han obtenido asilo político en la ciudad desde el 2015 invocando una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE Las leyes del reino alauí castigan con tres años de cárcel las relaciones entre personas del mismo sexo