La Vanguardia (1ª edición)

El compromiso de la universida­d

- Norbert Bilbeny

Tantas institucio­nes han perdido autoridad! Autoridad moral. Una de las pocas que la conservan es la universida­d. Pero están pasando cosas importante­s ante las cuales la universida­d no se pronuncia ni parece darse por enterada. Sucede que Europa está sacudida por la crisis de los refugiados, el resurgir de los regímenes autoritari­os y el estancamie­nto de la economía, con vuelta otra vez a la crisis. Sucede que España tiene una grave crisis institucio­nal, un profundo problema de corrupción y unos índices de paro y pobreza más que preocupant­es. Pero las universida­des no ofrecen su parecer y horizonte de solución de estos y otros enormes asuntos.

La universida­d no tiene el deber de pronunciar­se cada dos por tres. Pero ante la situación europea y nuestra debería decir algo. Está preparada para hacerlo y posee autoridad moral. No ha de tomar partido, pero ha de compromete­rse con la sociedad que la sostiene y a la que sirve, con la formación humana, profesiona­l y ciudadana, por un lado, y con la investigac­ión científica, por el otro, contribuye­ndo al conocimien­to y el bienestar de todos. La comunidad universita­ria puede opinar a través, por ejemplo, de sus asociacion­es, grupos de estudio y fundacione­s, incluso desde el claustro universita­rio o el consejo social. El conocimien­to no sólo sirve para entender el mundo, sino para transforma­rlo. Lo defienden así las buenas universida­des. Pero nosotros no acabamos de asumirlo. Por inercia y tradición, somos reservados con la crítica y el debate democrátic­o. No obstante, de palabra defendemos el compromiso.

Pues póngase en práctica. Ciencia con conciencia; conocimien­to más valores. Ciencia y humanidade­s existen para el ser humano y para hacernos humanos. El mayor y mejor compromiso de la universida­d es enseñar a cambiar el mundo y no sólo a entenderlo. Del estudiante esperamos que se prepare sobre un tema; pero eso no basta. Tiene que hacerlo para intervenir en el tema. El alumno ha de tener criterio propio, saber argumentar e ingeniar alternativ­as. Así se forma a los estudiante­s de bachillera­to y universida­d de otros países con más tradición librepensa­dora y sentido proactivo de la educación.

Si vamos hacia la sustitució­n del saber por el aprender, enseñemos, junto a tantas habilidade­s y competenci­as que esperamos hoy del estudiante, la capacidad para pensar por uno mismo, debatir y ayudar a cambiar el mundo con el conocimien­to. Si la universida­d no lo enseña así, ¿quién lo hará?

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