La bioética en medicina
Los crecientes avances en la investigación biológica y sus aplicaciones en medicina nos reconfortan, si bien a la vez pueden crear problemas éticos en los postremos días, quizás horas, de un enfermo. Cuando una vida se está extinguiendo cabe esperar que la conducta del médico responda no sólo a sus conocimientos y a los medios científicos de que dispone, sino también a la voluntad del enfermo o, en caso de incapacidad, del acompañante que vela por él. Se desea que el facultativo y su equipo, aparte de entregarse a la medicación, sientan empatía hacia la persona que sufre. Por fortuna, un manual explícito, o cuando menos implícito, establece cada vez con más contundencia unas normas de actuación encaminadas
E. SOLÉ, a salvaguardar de innecesario padecimiento el final de una vida. Es en esta esfera donde trabajan los cuidados paliativos, destinados tanto al enfermo como a sus parientes u otros cuidadores. El objetivo es que los profesionales sanitarios mitiguen el sufrimiento tanto desde la medicina como desde la ayuda psicológica. Hacer de la última secuencia una andadura más soportable. Ya no cuenta la antigua idea de que nos hallamos en un valle de lágrimas y nos toca llorar. Ahora creemos merecer en este valle el máximo bienestar.
Por lo demás, tenemos derecho a estar informados de qué nos sucede, qué posibilidades tenemos de seguir adelante, qué alternativas existen. Y somos dueños de aceptar o no lo que se nos proponga. Surge en este punto la potestad de rehusar terapias agresivas que sin conducir a la cura- ción lleven a una pervivencia dolorosa. El concepto de eutanasia pasiva se hace así presente en forma de no prolongar la agonía en vano. Se trata de renunciar a terapias y experimentos penosos en un proceso incurable. Pese a que puede surgir una objeción de conciencia por parte del médico, existe el recurso de esgrimir la voluntad del enfermo. Un paternalismo mal interpretado no debe superponerse a la autonomía personal, expresada en el mismo momento o con antelación en un documento reconocido oficialmente en que se manifieste la voluntad de no recibir ciertos tratamientos.
Todas las personas aspiramos a decidir sobre nuestra vida, empresa prácticamente inalcanzable de tan impotentes como somos, y viene a suceder a fin de cuentas que al menos resulta más asequible decidir sobre nuestra muerte.