La Vanguardia (1ª edición)

La bioética en medicina

- Eulàlia Solé

Los crecientes avances en la investigac­ión biológica y sus aplicacion­es en medicina nos reconforta­n, si bien a la vez pueden crear problemas éticos en los postremos días, quizás horas, de un enfermo. Cuando una vida se está extinguien­do cabe esperar que la conducta del médico responda no sólo a sus conocimien­tos y a los medios científico­s de que dispone, sino también a la voluntad del enfermo o, en caso de incapacida­d, del acompañant­e que vela por él. Se desea que el facultativ­o y su equipo, aparte de entregarse a la medicación, sientan empatía hacia la persona que sufre. Por fortuna, un manual explícito, o cuando menos implícito, establece cada vez con más contundenc­ia unas normas de actuación encaminada­s

E. SOLÉ, a salvaguard­ar de innecesari­o padecimien­to el final de una vida. Es en esta esfera donde trabajan los cuidados paliativos, destinados tanto al enfermo como a sus parientes u otros cuidadores. El objetivo es que los profesiona­les sanitarios mitiguen el sufrimient­o tanto desde la medicina como desde la ayuda psicológic­a. Hacer de la última secuencia una andadura más soportable. Ya no cuenta la antigua idea de que nos hallamos en un valle de lágrimas y nos toca llorar. Ahora creemos merecer en este valle el máximo bienestar.

Por lo demás, tenemos derecho a estar informados de qué nos sucede, qué posibilida­des tenemos de seguir adelante, qué alternativ­as existen. Y somos dueños de aceptar o no lo que se nos proponga. Surge en este punto la potestad de rehusar terapias agresivas que sin conducir a la cura- ción lleven a una pervivenci­a dolorosa. El concepto de eutanasia pasiva se hace así presente en forma de no prolongar la agonía en vano. Se trata de renunciar a terapias y experiment­os penosos en un proceso incurable. Pese a que puede surgir una objeción de conciencia por parte del médico, existe el recurso de esgrimir la voluntad del enfermo. Un paternalis­mo mal interpreta­do no debe superponer­se a la autonomía personal, expresada en el mismo momento o con antelación en un documento reconocido oficialmen­te en que se manifieste la voluntad de no recibir ciertos tratamient­os.

Todas las personas aspiramos a decidir sobre nuestra vida, empresa prácticame­nte inalcanzab­le de tan impotentes como somos, y viene a suceder a fin de cuentas que al menos resulta más asequible decidir sobre nuestra muerte.

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