La Vanguardia (1ª edición)

Hiedras y lianas

- Julià Guillamon

Hace unos años, junto a los bulbos de jardinería planté dos especies ruderales: el altramuz azul ( Lupinus angustifol­ius) y la albejana ( Lathyrus latifolius). Me gusta la combinació­n de estas dos plantas tan modestas, con sus flores casi transparen­tes, con los elegantes narcisos y los tulipanes más rizados y coloridos. Me gusta mirar como crece la albejana, que es una planta trepadora. Tiene un tallo que parece cable plano, y que se eleva como una serpiente. Suelta los zarcillos que se enroscan en la barandilla del balcón o en las ramas de otras plantas. Si has plantado muchas semillas, los tallos se enredan unos con otros, se anudan con zarcillos y ramas llenas de flores. De aquí a finales de abril se ven muchas matas de albejana también junto a las carreteras. Es un ejemplo de falta de estrategia y oportunism­o confusiona­rio. Con un mínimo sentido práctico, la albejana se extendería por balcones y terraplene­s. Pero sólo produce bolas de mata.

Es lo mismo que pasa con las zarzas. Los primeros tallos son aéreos y se levantan ingrávidos. Pero en seguida empieza la confusión de ramas que se bifurcan y se enganchan con los pinchos de otras ramas, hasta formar una ma- raña indescifra­ble. Alguna vez, no sabes si es a causa del terreno, poco propicio al rebrote, o de la vegetación circundant­e: un tallo de zarza se encarama sobre una encina, va pasando de rama en rama hasta que cansada de subir o por el propio peso, cae desenredad­a, hasta tocar el suelo. Metros y metros lineales de zarza que producen un efecto selvático admirable.

Estos días de Semana Santa, con la visión lúcida que provocan a veces las muchas horas de caminata, junto a un torrente, entre saúcos y robles, vi una liana espectacul­ar. Era gruesa como un brazo. Se la veía nacer junto a un tronco. Subía hasta tocar una de las ramas inferiores y se apoyaba en ella dulcemente, com si la rama de roble fuera un perchero. De allí escalaba otro tramo hasta tocar otra rama en la que volvía a apoyarse con delicadeza. Así iba creciendo hasta encontrar las ramas más altas. Todavía no había sacado hojas y no he conseguido ver de qué especie se trata en la Guia per a conèixer els arbusts i les lianes de F. Masclans, que es el manual clásico sobre el tema. Lo ignoramos casi todo de las lianas. Sólo nos resulta familiar la hiedra trepadora, que utiliza un método totalmente opuesto. Se adhiere a la corteza de encinas o chopos y recubre el tronco entero, con raíces como cabelleras espesas e hirsutas. Los árboles cubiertos de hiedra da la impresión de que no van a poder respirar.

Mi abuela, como buena aragonesa, cantaba siempre aquella jota que dice: “Quisiera volverme hiedra/ para subir al balcón/ y ver el dormir que tienes”. ¿Volverse hiedra? ¡Ni hablar del peluquín! Mejor liana, que se guía por las ramas del roble sin aferrarse a ellas como una lapa. Como la liana, padres y madres, novias, mujeres, hijos y faenas.

La albejana es un ejemplo de falta de estrategia y oportunism­o confusiona­rio: sólo produce bolas de mata

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