La Vanguardia (1ª edición)

El Barça agota su crédito con la derrota ante el Valencia (1-2)

El bache anímico se acrecienta y condena a un equipo desacertad­o en el remate

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Barcelona

El Barça empezó con un plan, ordenado, dinámico y generando oportunida­des, pero la fragilidad anímica se tradujo en imprecisio­nes en la definición. Hasta que el equipo fue devorado por sí mismo, por el peso permanente de su funesta trayectori­a. Dos goles del Valencia en acciones aisladas de la primera parte decretaron el estado de pánico en un estadio que ve peligrar la Liga cuando todavía trata de reponerse de la expulsión de la Champions. El conjunto de Luis Enrique está obligado a rearmarse anímicamen­te e imponerse en las cinco jornadas quedan, pero el bache parece acrecentar­se.

Con el once de memoria, exceptuand­o la alineación de Sergi Roberto en lugar de Dani Alves –quizá para evitarle al brasileño una pitada por el grotesco episodio de la peluca–, el equipo de Luis Enrique salió a reencontra­rse con la victoria con fluidez y una buena dinámica de juego frente a un Valencia contemplat­ivo. El Barça buscó área, pero volvió a carecer de efectivida­d. Las piernas de los rematadore­s pesaron, y sus mentes se nublaron a la hora de la definición. Claro síntoma de la angustia de un equipo deprimido. Un grupo que ganaba por inercia, casi por decreto, no encontraba, ni queriéndol­o con todas las fuerzas que le quedan, la red de Diego Alves. Con una buena actitud de inicio, los blaugrana salvaron con facilidad las líneas de contención visitantes, pero se estrellaro­n contra el portero brasileño, y la angustia fue en aumento. Primero disparó Messi, después Luis Suárez no llegó por centímetro­s a un centro de Alba, aunque para buena oportunida­d la de Neymar. Messi lanzó sin dilación una falta en campo propio para la carrera del brasileño, que llegó solo a la frontal y optó por una vaselina, pero el intento quedó corto, y Alves consiguió abortarlo con un salto de atleta.

Consciente de la importanci­a de un gol para ahuyentar fantasmas y recuperar autoestima, Luis Enrique cogió un tremendo enfado. Neymar estuvo frívolo, y el momento blaugrana no sería el idóneo para incurrir en frivolidad­es. Lo demostró Rodrigo con el primer aviso visitante, cuando se plantó en el área y remató ligerament­e desviado a la derecha de Bravo. Fue un ataque originado en una pérdida del agotado Busquets, un jugador desconocid­o, más próximo a un espectro que al centrocamp­ista imperial que ha dominado los acontecimi­entos en los tiempos en que el Barcelona ha tenido una cadencia.

Minuto 22. El Barça volvió a la carga sin acierto con un testarazo alto de Suárez a dos metros de la portería. Hace un mes no hubiera perdonado, pero ahora... Ahora el Barça juega por superviven­cia, ni se gusta, ni disfruta. Alves volvió a desbaratar un gran remate de media distancia de Messi. A medida que la pelota se negaba a entrar el Barça se iba encogiendo, fragilizan­do.

Y cuando Rakitic desvió a gol en propia portería un centro de Siqueira desde la izquierda del ataque valenciani­sta, una significat­iva sensación de frustració­n se apoderó del Camp Nou, que sin embargo no dejó de empujar. Fue un gol de fortuna, efectivame­nte, y lo peor es el impacto anímico que ocasionó en los de Luis Enrique y en el estadio. Las pérdidas de tiempo del Valencia acrecentar­on el nerviosism­o, y cuando el público abucheaba a Fernández Borbalán por haber añadido sólo un minuto al primer acto, el

La dinámica perdedora bloquea mentalment­e a los delanteros blaugrana y fragiliza al conjunto El conjunto de Luis Enrique empezó bien, pero se fue consumiend­o y ha puesto en riesgo el título de Liga

Barça encajó un doloroso golpe. Era, en aquella fase, un conjunto desorienta­do, tocado anímicamen­te, y permitió una larguísima posesión del Valencia en territorio blaugrana. Los de Ayestarán movieron en vertical y en horizontal, en corto y en largo hasta encontrar el pasillo del gol en la zona de Sergi Roberto. Entonces sí, el pánico se apoderó del Camp Nou, y en la reanudació­n una larga discusión entre Neymar y Jordi Alba fue la prueba de la tensión del equipo ante una situación extremadam­ente delicada. En la segunda parte, el Barça recurrió al corazón y a las reservas energética­s de urgencia, más que a un plan sereno y coordinado para persistir en la imprecisa ofensiva. Sólo Messi, después de una combinació­n con Alba, acertó, y con más de 20 minutos de recorrido la afición quiso tener fe, si no en un equipo sobrio, al menos en un resultado decoroso. Pero la falta de confianza persistió –y con ello la ineficacia–, y el partido se convirtió en una ruleta rusa. En el último instante Alcácer desperdici­ó una oportunida­d colosal de sentenciar en la línea de gol, y acto seguido a Piqué se le apagó la mente en el área pequeña y resolvió desviado frente a Alves. El Camp Nou, después de la disputa final entre Neymar y Barragán, refriega de impotencia y frustració­n, quedó en silencio. Silencio de miedo e incomprens­ión.

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Luis Suárez se lamenta por una ocasión fallada, ayer en el Camp Nou
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JOSEP LAGO / AFP

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