La Vanguardia (1ª edición)

Alquileres a precio de oro en la Barcelonet­a

El metro cuadrado en el barrio marítimo es más caro que en Pedralbes

- LUIS BENVENUTY LAURA GUERRERO (FOTOS) Barcelona

El rincón más caro de Barcelona está en la Barcelonet­a. Según datos del Incasòl, el precio del alquiler del metro cuadrado en este barrio aún marinero alcanzó el año pasado los 16,33 euros, muy por encima del barrio presumible­mente más prohibitiv­o de la ciudad, el de Pedralbes, donde el 2015 se cerró con 14,15 euros el m2. La media barcelones­a se situó en 11,09 euros. No es una anécdota estadístic­a, sino la consolidac­ión de una tendencia que está dejando irreconoci­ble este lado de la fachada marítima. En el 2014 el alquiler del me tro cuadrado en la Barcelonet­a ya rondaba los 15,15 euros, y el de Pedralbes, los 12,33. La media barcelones­a estaba en 10,16.

Una pareja entra en una inmobiliar­ia de la Barcelonet­a y pregunta si disponen de quarts de casa en alquiler, la vivienda más común en el barrio, el apartament­o de unos 30 m2. “A veces entra uno, sobre los 700 euros al mes”. La demanda es tan alta, agrega el comercial, que los anuncios ni siquiera llegan a colgarse, lo mejor es apuntarse en las listas de las inmobiliar­ias, los quarts se alquilan en minutos... “Los estudiante­s extranjero­s se vuelven locos por vivir junto al mar, cada vez vienen más, muchos hacen prácticas en hoteles de lujo, pasan unos meses en la ciudad...

¿cuánto tiempo querríais...?”. Y es que la mayoría de los propietari­os prefiere firmar contratos de temporada, de hasta once meses. “Pero no me voy a mudar para que me echen en menos de un año –le dice la pareja al comercial–. Yo lo que quiero es venirme a vivir”. “Entonces será más difícil, pero...”. “¿Y si esperamos a después del verano?”. “No, no... la presión no hace otra cosa que crecer. Todo el año es igual”. “¿Y por qué algunas inmobiliar­ias tienen banderitas rusas?”. “Últimament­e rondan por el barrio algunos rusos interesado­s en edificios enteros...”. Un vistazo a los anuncios de pisos en venta ilustra que comprar tampoco es barato, que muchas veces el metro cuadrado se acerca a los 6.000 euros.

Todo esto se viene fraguando desde hace años. Lluís Armengol, de 51 años, vive frente al mercado. “Mis padres se vinieron aquí en 1957. En este edificio vivían el sastre, el cuchillero, un montón de comerciant­es del mercado. Hasta que empezaron a morirse... Al principio, hace unos diez años, el propietari­o volvía a alquilar los pisos a gente que quería quedarse vivir en la Barcelonet­a, por varios años. Pero a medida que los guiris comenzaron a abundar, empezó a hacer alquileres de temporada. Ahora, en esta finca, la mayoría está de paso”. En el portal, un cartel con colillas pegadas con celo pide a los inquilinos en inglés y castellano que no arrojen cigarrillo­s al patio de luces, por higiene y porque allí se dejan bombonas; “marrana”, apostilla el cartel. Otro dice que armar escándalo por la noche puede penarse con multas de varios miles de euros. “Ay, hijo –tercia la madre de Armengol, que tiene más de 80 años–, yo no sé qué hacen con los muebles por la noche ahí arriba... Aquí siempre vivimos como en un pueblo, con la puerta abierta todo el día, porque todos nos conocíamos, pero ahora todo son ruidos y gente extraña”.

Armengol, que siempre estuvo muy implicado en el tejido asociativo de la Barcelonet­a, explica que los contratos de temporada proliferan ahora como nunca, que son el último modo de optimizar a corto plazo la rentabilid­ad de las propiedade­s inmobiliar­ias. A fin de cuentas, lo único que pasa es que la gente, en muchos casos gente del barrio, trata de sacar el máximo partido a su patrimonio. Aquí no te tropiezas con matones que cortan los cables de la luz de solitarias ancianas con alquileres antiguos. Aquí en la Barcelonet­a, muchos vecinos alquilan su vivienda tres meses y de este modo llegan todo el año a fin de mes. De este modo fluye la gentrifica­ción (proceso de expulsión de la población originaria de un lugar). De este modo, un barrio pierde su identidad. Con aparente naturalida­d. “Los contratos de temporada son legales, y después de todos los follones de los pisos turísticos ilegales tenían que encontrar otra manera de hacerlo. Pero las consecuenc­ias son las mismas. Si tienes suerte, a lo

CRECE LA POBLACIÓN FLOTANTE La proliferac­ión de alquileres de temporada dificulta que la gente se quede a vivir

mejor te toca de vecino un estudiante muy tranquilo, y si no, uno que se pone a subarrenda­r habitacion­es. Aquí es normal. De lo contrario no se entiende tanto movimiento. En la Barcelonet­a se realquilan habitacion­es por 30, 40, incluso 50 euros al día... El barrio se sirve en bandeja a una población flotante que básicament­e viene a divertirse, y ello rompe la convivenci­a, eleva los precios de los alquileres, acaba con el comercio de proximidad, expulsa a la población de siempre, lo convierte todo en un parque temático...”. En pocos días Armengol y un vecino de la finca de al lado, donde al parecer también están hartos, porque aquí en la Barcelonet­a todo se oye, tienen cita con un abogado. Dicen que quieren denunciar al propietari­o.

“Mi hermano se tuvo que ir del barrio –cuenta Paco Parra, de 40 años, tras la barra de El Moll del Rebaix–. Tuvo un hijo. La familia no cabía en un quart de casa... Y aquí tener dos habitacion­es te sale por 900 euros. No le hizo ninguna gracia, porque somos del barrio de toda la vida, pero... Ahora vive en el Poblenou, tiene tres habitacion­es, paga 600 euros y viene los fines de semana. Aquí en el bar tenemos un coro, una cosa típica de la Barcelonet­a. Montamos pasacalles, sacamos una orquesta, entretenem­os a los niños... Pero ya no es lo mismo. La gente joven, en cuanto monta una familia, se va del barrio. Yo, a veces, me despierto por la noche agobiado. En pocos años se me acabará el contrato del alquiler del bar, y los precios se están disparando. Yo tengo el bar porque el anterior dueño prefirió que me lo quedara yo a que alguien de fuera lo cambiara todo. En la Barcelonet­a somos así. Pero no puedes competir mucho tiempo con las ofertas que los pakistaníe­s, los italianos, los chinos y las grandes cadenas hacen a los propietari­os... Los bares de siempre están desapareci­endo. El Ayuntamien­to no nos deja trabajar. Nos reducen las terrazas, nos quitan los barriles, no deja que la gente esté en la calle. En el paseo Nacional... digo... en el de Joan de Borbó, tienen un montón de terrazas hasta las tantas, y nosotros, que cerramos pronto... No entienden que la Barcelonet­a siempre fue diferente a Barcelona”. Uno puede escuchar este discurso, entre la nostalgia y el cabreo, en un montón de pequeñas tabernas cada día más escondidas, enterradas por heladerías, hamburgues­erías, tiendas de alquiler de patinetes eléctricos. “Al final lo que tienes es tu licencia, que la puedes vender por 100.000 euros, la mitad en negro... una especie de indemnizac­ión por quedarte sin bar, ¿pero luego qué haces?”.

 ??  ?? La presión turística sobre la Barcelonet­a se produce ya durante todo el año, no sólo en los meses más calurosos
La presión turística sobre la Barcelonet­a se produce ya durante todo el año, no sólo en los meses más calurosos
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Entre banderas y carteles. Los anuncios de alquileres contrastan con los estandarte­s que reivindica­n el espíritu del viejo barrio
Entre banderas y carteles. Los anuncios de alquileres contrastan con los estandarte­s que reivindica­n el espíritu del viejo barrio
 ??  ?? Armengol, en su domicilio, muy cerca del mercado del barrio
Armengol, en su domicilio, muy cerca del mercado del barrio
 ??  ?? Parra, en el Moll del Rebaix, un bar abierto desde hace unos 50 años
Parra, en el Moll del Rebaix, un bar abierto desde hace unos 50 años

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain