El Parnaso alemán
Publican en castellano dos libros póstumos, los últimos que escribieron Günter Grass y Jorge Semprún
Coincidiendo con el primer año del fallecimiento de Günter Grass, aparece la versión en castellano de su libro póstumo, De la finitud, en traducción de Miguel Sáenz.
Decía Günter Grass que el único modo de sobrevivir en la tierra es pensar que quedará algo de ti cuando tu no estés. Debió de pensar eso cuando terminó su último libro, justo tres días antes de morir. Coincidiendo con el primer año de su fallecimiento, Alfaguara publica la versión en castellano del libro póstumo de Günter Grass (Danzig 1927-Lübeck 2015), De la finitud ,en traducción de Miguel Sáenz. Se publicó en Alemania hace unos meses. Hoy se rinde homenaje al autor en el Goethe-Institut Madrid.
El Nobel pasó los últimos años de su vida perfilando la que sabía que sería su última obra. De la finitud es una despedida en toda regla, profusa y deliciosamente ilustrada por él mismo; mezcló ensayo, diario y poesía. Sabiéndose enfermo, cuando el maltrecho corazón, los pulmones y los riñones están por reparar, el fumador de pipa cansado de Eutumbraron ropa se ve obligado a empezar un duro camino. Afronta el fin con ironía, lirismo y humor. Con tacos, exabruptos, esa provocación tan suya.
Así detalla, por ejemplo, su condición de “incorregible”. Apenas escolarizado, cuenta, le desacos- del uso de la mano izquierda. Desde entonces todo cuanto escribió lo hizo con la derecha. Y aun así, advierte, es “más cariñoso” con la mano de lanzar, cortar y golpear y, cuando encorvado por la edad camina a lo largo del ca- nal, coge con la izquierda el bastón de paseo. “También por lo demás estoy, incorregible, muy a la izquierda de todos y de mí”.
No es el único libro póstumo que ocupa nuestros días. En la penumbra artesonada, discretamente propicia, dice el autor, del bar del Lutetia, casi desierto, arranca el último ejercicio memorístico que nos dejó Jorge Semprún (Madrid 1923-París, 2011). “Había entrado para evocar con calma a algunos fantasmas del pasado. Entre ellos el mío, probablemente: joven fantasma a disposición del viejo escritor en que me había convertido”.
Tusquets ofrecía recientemente esos Ejercicios de supervivencia, el texto que estaba preparando Semprún cuando le sorprendió la muerte. Una joya literaria que parte del relato biográfico de un joven de 20 años que en 1943 es detenido por la Gestapo y torturado como miembro de la Resistencia francesa.
Mario Vargas Llosa evoca, en el prólogo, una anécdota significativa. Cuando el Semprún veinteañero
El fumador de pipa cansado de Europa se enfrenta al final con ironía, lirismo y esa provocación tan suya
decide unirse a la Resistencia, el jefe de Jean-Marie Action, la red de la que va a formar parte, le advierte: “Antes de aceptar, debes saber a lo que te arriesgas”. Y le presenta a Tancrède, un superviviente de las torturas de la Gestapo que le avanza todas las atrocidades a las que iban a someterle si le pillaban. La pesadilla se convirtió en realidad. Inmersión en las aguas heladas de una bañera llena de excrementos, privación de sueño, uñas arrancadas. Descargas eléctricas y palizas salvajes “en las que el desmayo resultaba una liberación”. Quien llegaría a ser Ministro de Cultura nunca delató a nadie en esos interrogatorios.