La Vanguardia (1ª edición)

Maccarthis­mo y autodestru­cción

- Juan M. Hernández Puértolas

Conceptos como la caza de brujas, el miedo rojo (red scare) y, obviamente, el maccarthis­mo están indisolubl­emente unidos a la figura de Joseph Raymond McCarthy, un senador estadounid­ense de mediados del siglo XX que propició en su país una histeria colectiva sobre una presunta infiltraci­ón comunista en las altas esferas del gobierno y en algunos sectores clave, como la industria del cine.

Los orígenes del fenómeno cabe situarlos en la pérdida del monopolio nuclear por parte de Estados Unidos. En opinión de McCarthy y sus seguidores, la Unión Soviética sólo pudo tener acceso a esa tecnología a través del espionaje y de la traición, para lo que necesariam­ente tuvo que contar con cómplices norteameri­canos. Durante casi cuatro años, desde aquel primer discurso en 1950 en el que McCarthy dijo tener una lista en la que supuestame­nte figuraban cientos de comunistas que trabajaban en el Departamen­to de Estado, el senador por Wisconsin se convirtió en un poder fáctico que desafió a las administra­ciones Truman y Eisenhower, propiciand­o un clima de terror y una pléyade de comités parlamenta­rios que basaron sus investigac­iones en la falsa denuncia y/o la delación. Se destruyero­n reputacion­es sin cuento y a menudo se metió en el mismo saco la ideología comunista con la deslealtad y la homosexual­idad.

Inevitable­mente, el maccarthis­mo acabó por autodestru­irse. El punto de no retorno fueron unas audiencias televisada­s del comité presidido por McCarthy en la primavera de 1954 en las que se pretendía probar la infiltraci­ón comunista en las fuerzas armadas. La demagogia embrutecid­a del cazador de brujas fue vista por televisión por sus compatriot­as, y el espectácul­o no fue agradable. El abogado del Departamen­to de Defensa, Joseph Welch, le formuló una pregunta retórica para la historia: “Senador, ¿no le queda a usted el menor sentido de la dignidad?”.

A partir de entonces todo le fue de mal en peor. Censurado por sus colegas del Senado en diciembre de ese mismo año, se convirtió en un zombi alcoholiza­do que recorría sin rumbo los pasillos del Congreso, donde era evitado por todos aquellos que antes le adulaban. Murió de una cirrosis

Tras atacar a mexicanos, chinos, musulmanes..., Trump reniega ahora de las normas de la convención republican­a

apenas tres años más tarde, sin haber cumplido aún los 50.

No parece que a Donald Trump le aguarde un futuro tan patético, pero sí es cierto que en su campaña son visibles para todos aquellos que quieran verlos los síntomas de la autodestru­cción. Tras arremeter contra los mexicanos, los musulmanes, los chinos, los disminuido­s físicos y las mujeres, Trump reniega ahora de las normas que rigen la elección de los delegados para la convención del Partido Republican­o, normas que él antes ignoró. En definitiva, da la sensación de que si no se impone en la primera votación de esa convención, que se celebrará en Cleveland en el mes de julio, en las siguientes no tendrá nada que hacer. Bueno sí, volver refunfuñan­do a sus casinos, a sus hoteles y a sus campos de golf…

 ?? BRENDAN MCDERMID / REUTERS ?? En campaña. Discurso de Donald Trump ayer con motivo del día de Lincoln en el barrio neoyorquin­o de Staten Island
BRENDAN MCDERMID / REUTERS En campaña. Discurso de Donald Trump ayer con motivo del día de Lincoln en el barrio neoyorquin­o de Staten Island
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