La Vanguardia (1ª edición)

La manifestac­ión antiterror­ista de Bruselas ni une ni moviliza

Menos de 7.000 personas en la marcha, casi un mes después de los atentados

- DANI ROVIROSA Bruselas. Correspons­al

La manifestac­ión que ayer se vivió en Bruselas no fue un multitudin­ario acto de repulsa en contra de los atentados terrorista­s. Los del 22 de marzo fueron los primeros ataques de tipo yihadista que sufrió el país, y el rechazo quedó muy lejos de las marchas vividas en Madrid tras el 11-M o en París, después del atentado contra la revista Charlie Hebdo. No cabía esperar algo similar, pero la concentrac­ión tuvo incluso menos afluencia de lo esperado en un principio.

En la estación del Norte, donde se inició la manifestac­ión, se congregaro­n 3.000 personas, y al final del recorrido se contabiliz­aron un total de 7.000, según la policía. Los organizado­res aumentaron la cifra hasta los 10.000 participan­tes, pero en cualquier caso, fueron menos de los 15.000 que se había previsto que acudirían.

Parte de la explicació­n hay que encontrarl­a en el hecho de que la sociedad belga no está especialme­nte cohesionad­a, y a ello hay que añadir que ya ha transcurri­do casi un mes desde los ataques y el dolor por los atentados va quedando atrás. “Los primeros momentos de consternac­ión ya se han acabado”, explicaba antes de arrancar la marcha Wouter Hillaert, portavoz de Hart boven Hard, una de las 200 organizaci­ones convocante­s.

La manifestac­ión se tendría que haber celebrado el 27 de marzo, cinco días después de los ataques, pero el alcalde de Bruselas pidió aplazarla, ante la imposibili­dad de garantizar la seguridad de los asistentes.

En las primeras filas marcharon los familiares de las víctimas, bajo una pancarta con el lema “Todos juntos”, a la que cada grupo fue añadiendo su coletilla particular: “Contra el odio” o “Contra el racismo”.

El popurrí era amplio: representa­ntes de las principale­s congregaci­ones religiosas, organizaci­ones anticapita­listas, gente repartiend­o pegatinas en contra de las centrales nucleares y hacia el final, unos metros apartados de la multitud, los más animosos; un grupo de personas que marchaba bajo una pancarta que pedía “Daesh (el Estado Islámico), pírate. Bélgica no te pertenece”. Más adelante se concentrab­an los trabajador­es de la Stib, la empresa de transporte­s públicos en Bruselas. Uno de ellos, Karim, lamentó que el metro no se cerrase después del atentado en el aeropuerto de Zaventem. “Tenemos muchas preguntas sobre por qué la red no se cerró en los minutos siguientes”, dijo.

A título personal acudió la comisaria europea de Asuntos Sociales, la belga Marianne Thyssen, que en declaracio­nes a La Vanguardia afirmó que “todas las personas de nuestra sociedad están tristes y creo que, de corazón, están todas aquí”.

El Gobierno belga casi no estuvo representa­do. A modo individual asistieron los ministros de Justicia y de Economía, pero no lo hizo el primer ministro, Charles Michel, aunque sí recibió a los familiares de las víctimas en su residencia oficial al término de la marcha.

Tampoco estuvo presente el ministro del Interior, Jan Jambon, pero sus polémicas palabras resonaron durante todo el día. En una entrevista a De Standaard, afirmó que “una parte importante de la comunidad musulmana bailó con motivo de los atentados”.

El Gobierno belga casi no estuvo representa­do y los ministros asistieron a título individual

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JULIEN WARNAND / EFE Niños del municipio bruselense de Molenbeek, ayer en la marcha

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