La Vanguardia (1ª edición)

El tamaño y otras preocupaci­ones

- Joaquín Luna

Vivo sin preocupaci­ones. Y lo paso mal. Debería buscarme alguna preocupaci­ón, no sé, algo que no me dejara dormir y se pudiera contar. Sin preocupaci­ones no hay modernidad.

Supongo que debería empezar a buscarme una preocupaci­ón de proximidad. El tamaño del pito, por ejemplo. El viernes, Mónica tuvo el detalle de invitarme a una cena en su piso con charme de la Diagonal. Es mujer con gusto pero despistada: me invita a cenas con amigas guapas y formales.

Entre los invitados figuraba un urólogo, eminente y cachondo, que nos contó, en un aparte masculino, las nuevas técnicas de ampliación del pene. Hoy en día, con la quinoa, el ejercicio y los yogures de gama alta el que se muere es porque quiere. Y el que tiene un pito modesto, también.

–¿Sabéis lo más curioso? Muchos lo hacen por presumir en los vestuarios deportivos. Por pasearse orgullosos...

Toda la vida tan pancho, con mi toalla enrollada en los vestuarios y delegando en lengua y yemas de los dedos cuando las circunstan­cias así lo requieren, y resulta que podría haber resuelto

Hay mucha ampliación de pene para presumir en los vestuarios (y yo que vivía feliz con mi toallita blanca)

una preocupaci­ón que no tenía gracias al avance de la ciencia médica.

Cuando el urólogo se explicaba –con esa afición por los chistes de quirófano, cortitos y verdes, y el placer por los detalles que tienen muchos médicos–, caí en la cuenta de que no se puede vivir en el primer mundo sin preocupaci­ones.

Ya que no me preocupa la cobertura sanitaria de los tuaregs... ¿por qué no someterme a una pequeña intervenci­ón y dar así ejemplo a los tímidos que se pasean con una toalla por los gimnasios? ¿Acaso no recuperarí­a la admiración que pierdo sobre la tierra batida y sería un referente para los compañeros de vestuario maduros?

Sin preocupaci­ones y sus soluciones, uno se va quedando fuera de onda y del radio de las mujeres menores de 40. El otro día, una amiga inquieta y de otra generación, de esas que se han acostado contigo por curiosidad antropológ­ica, me confesaba: –Debería hacerme vegetarian­a. Pensé que era ironía. Que tenía ganas de hacerme hablar o afilar la lengua. O que estaba sugiriendo compartir un chuletón una noche de estas.

–Estoy angustiada, en serio. Debería hacerme vegetarian­a.

Me argumentó su preocupaci­ón. Si un día el mundo tiembla, el río Yangtsé baja sin caudal y abandonan el onanismo los macacos del zoo de Barcelona –y si no hay toros en la Monumental, ¿por qué torturamos a tantos gorilas, reyes de la selva y elefantes en la Ciutadella?–, será porque personas como ella no han cumplido con su deber de renunciar al placer de la carne.

No hay excusas para no tener un par o tres de preocupaci­ones. Yo me las ahorraba y dormía tranquilo pero ahora que hay solución para todo –desde la alopecia hasta el micropene– es del género idiota ponerse el mundo y el tamaño del pito por montera.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain