Un solo pueblo, dos lenguas
La expansión del castellano en Catalunya no es fruto de ninguna confabulación histórica, sino de la convergencia de la revolución económica catalana con la debilidad de la natalidad necesaria para sustentarla.
Nos hemos olvidado de que el diferencial de renta con España favorable a los catalanes tiene poco más de 150 años de vida. En aquellas fechas, 1842, la riqueza por persona estaba encabezada por Vizcaya y Madrid, el primer territorio catalán era Lleida (9.ª posición), Girona (14.ª), y ya por debajo de la media española, Tarragona 28.ª, ¡Barcelona en 32.º lugar! La economía tenía un correlato demográfico: en 1833 Barcelona era el 3,5% de la población estatal, y en el conjunto catalán el 8,5%. Poco peso de la capital, inferior al agregado de las tres otras circunscripciones.
Pero en 1960 todo había cambiado. Culminada hacía años la revolución industrial catalana, y recién iniciada la expansión económica de los años cincuenta, Barcelona rondaba el 10% de la población estatal, y Catalunya superaba el 12%.
Y esta es la cuestión clave: entre 1950 y 1975 la población catalana aumentó un 214%, el PIB lo hizo en un 370%, la renta familiar bruta un 413%, y la productividad un 214%. En otros términos, vino mucha gente que vio como sus ingresos se multiplicaban por el doble efecto de la productividad y del aumento de población. Un círculo virtuoso, que ya no se consiguió en la reciente oleada migratoria del siglo XXI, cuando la productividad (PTF) se estrelló.
Entre 1950 y 1975 vinieron más de 1,3 millones de personas. ¿Por orden de Franco? Claro que no. La razón era la base industrial construida desde principios de siglo, el impacto positivo de la reciente expansión española, y el efecto nuevo del turismo. Eso, y la debilidad demográfica catalana: la tasa de crecimiento vegetativo (nacimientos-defunciones) fue del 7,21 para España, pero tan solo del 6,61 para Barcelona, y aún impulsada por la natalidad de los recién llegados, como lo constatan los datos de Girona, Lleida y Tarragona, con tasas de entre el 3,73 y el 4,02.
Sin la inmigración, la de principios del siglo XX, y la de 1950 a 1975, Catalunya no habría ocupado los primeros lugares de España en potencial económico, y hoy seríamos un país de justo, o poco más, 4 millones de habitantes.
La Catalunya de hoy la hemos forjado entre todos, en catalán y castellano. Es injusto, a la vez que suicida, ignorarlo. Un solo pueblo, dos lenguas.